Cicatrices

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

¿Qué es una cicatriz?, desde sus orígenes etimológicos, latín y griego significa “marca de una herida” o “zurcido” en una lengua, y “costra que se forma después de una quemadura” en la otra. Pese a que las 3 definiciones parecen aludir a cuestiones diferentes o aplicarse en situaciones distintas, tienen en común la referencia a una marca visible.
Cada cicatriz, si no se ha difuminado con el tiempo, revela una historia ligada a un dolor, producido de manera accidental o voluntaria por uno mismo o infringido por alguien más. Es raro, difícil, encontrar a alguien que no tenga cicatrices; la gran mayoría de las personas tienen alguna en las rodillas, producto de diferentes caídas y los clásicos raspones, o bien, en las manos o en las muñecas.
Algunas cicatrices son pequeñas, otras son grandes, pueden ser visibles a los demás o pueden encontrarse en lugares que nadie puede ver. Algunas de ellas generan y se muestran con orgullo y con pose heroica, producto de batallas libradas en las que uno logró sobrevivir o por el deporte practicado… otras generan pena o vergüenza. Algunas de ellas son valoradas por los hijos e hijas, como las que son producto de una cesárea o las estrías, así como hay unas que significan haber sanado gracias a una intervención médica. Son entonces una historia para compartir.
Pero no sólo tenemos cicatrices en el cuerpo, tenemos también algunas en el alma que, en muchas ocasiones, llegaron a ser más dolorosas. La mayoría de las personas tienden a pensar que pueden esconderlas, pero siempre hay algo que la devela y la hace evidente a los demás; pueden acompañarnos por muchos años. Estas comúnmente son producidas por el abandono, el desamor, la ruptura de un vínculo, la humillación pública, la falta de reconocimiento o haber sufrido una injusticia… y aquí la escuela, junto con la familia, son los contextos en los que más heridas, y posteriores cicatrices, se producen.
Para que un proceso de cicatrización se lleve a cabo, hace falta que el tiempo pase sí, pero también hace falta dejar que el proceso se cumpla sin que se siga tocando la herida o ésta podría infectarse y seguir abierta. Y es en este sentido que aún nos encontramos los docentes con una herida que no cicatriza del todo. Calderón, Peña y la OCDE hicieron todo por lastimar a un sector que hoy, dadas las condiciones y los esfuerzos evidentes, empiezan a ser revalorados. Con el tiempo tendremos una cicatriz que se mostrará con orgullo por la batalla librada, pero que dejará una marca que hará que no olvidemos como fue producida. Algunas cicatrices son importantes, ésta lo es. Aunque es tiempo de sanar, no olvidemos cómo nos la hicieron. De otra manera pueden intentar reabrir la herida.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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