¿Tiene un límite la risa?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es un tema cada vez más recurrente: la risa de algunas personas ha sido tomada como una ofensa para ciertos sectores de la población. Y es un punto en el que se mira difícil poder conciliar las posturas, en donde, desde algunas perspectivas, ambas tienen razón.
Surgen entonces dos preguntas que, de inicio, ya empiezan a complicar la discusión: ¿qué nos hace reír? y, considerando el momento actual, ¿de qué es válido reírse? La primera pregunta parece fácil, pero no lo es realmente. Nos reímos cuando pasa algo inesperado, pero agradable, como recibir una sorpresa, un regalo o algo significativo, y, en este sentido, la risa devela felicidad por lo obtenido. Reímos también cuando decimos o hacemos las mismas cosas que otras personas al mismo tiempo, después de mirarnos por un momento, la risa aparece por la coincidencia.
Pero es un hecho que son los chistes, lo chistoso, la principal fuente de las risas y el chiste, en el más puro sentido freudiano, implica reírse de algo que genera angustia, pero en el que la temática o los personajes se viven o se sienten lejanos y eso permite que alguien se ría. Obviamente, si uno fuera el protagonista del chiste o se viviera en las circunstancias cotidianas algo similar, la risa no aparecería, dado que, básicamente, la risa es producto de la burla hacia otro o la circunstancia del otro.
Responder entonces la segunda pregunta es, por tanto, cada vez más difícil de responder ¿de qué es válido reírse? Creo que poco a poco estarán validados y aceptados socialmente los dos primeros motivos que di, pero paulatinamente el chiste irá desapareciendo, porque, dadas las razones para cuestionar a la burla como el origen de la risa, todo chiste implica una burla que puede incomodar a cualquiera que se sienta aludido. La crítica en los últimos tiempos a diferentes standuperos y lo ocurrido en los Oscares el pasado domingo son una prueba de ello.
Esto se complejiza aún más cuando alguien o un grupo de personas se autodenominan defensores de causas en las que nadie pidió su intervención, pero, como dije hace unas líneas, su postura es válida al evidenciar la burla hacia alguien, real o imaginario, con lo que hay un sentir empático con la víctima del chiste, lo cual se vuelve comprensible socialmente.
Hay entonces algunos indicios que llevan a empezar que la risa puede empezar a ser, desde la irreverencia, algo al margen de lo socialmente permitido. No satanizo o cuestiono a quienes censuran la risa o los chistes, pero es imposible no recordar la esencia de El nombre de la rosa de Umberto Eco. No doy más pistas para que puedan revisar la obra.
La risa, por tanto, ¿tiene un límite? La respuesta es sí: la sensibilidad del otro. No hay consenso en la risa, se ha vuelto algo personal, único, de grupo, pero no universal, lo que obliga a pensar seriamente cada chiste que queremos compartir. Es también momento de pensar sobre el origen de las risas en el aula, es posible que alguien sienta que se está rompiendo un límite. Lo dejo a la reflexión.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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