Retos educativos

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Conocer el mundo, las culturas, las ideologías y la interioridad es la razón de ser de la educación en cuanto proceso formativo de la humanidad de los seres humanos. Desde el interior se nos plantean preguntas existenciales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿en dónde estoy? Desde las ideologías se nos plantea el valor de las ideas: ¿cuáles ideales vale la pena perseguir?, ¿a dónde me lleva el ideal perseguido?, ¿debo respetar otros ideales diversos al mío? Desde la cultura nos aparecen dudas sobre el origen de: ¿las cosas, las herramientas, los artefactos, los procedimientos entre personas, grupos e instituciones? El mundo en el que vivimos nos pide responder las preguntas por el origen del mundo, su temporalidad, los fenómenos con los cuales nos enfrentamos y, por todas las formas de vida, humanas o no, vividas en este astro.
Ninguna respuesta a éstas y otras colecciones de preguntas semejantes que invaden la mente de las personas puede investigarse, fundamentarse, validarse y creerse sin un piso firme para emprender esas tareas ineludibles. Ese piso se llama educación. Las tareas para las cuales la educación nos proporciona la posibilidad de crear y disponer de un piso firme para aceptar las preguntas y proceder al largo proceso llamado aprendizaje, con cuyos frutos podemos descubrir, construir y aceptar, al menos temporalmente, las respuestas.
Esa tarea posible desde y con ese piso no admite grietas o fallas, pues si se producen, el piso educación nos exige enmendar el proceso e insistir en la búsqueda hasta que esa grietas o fallas se resuelvan. La educación nunca se acaba pues el piso inicial, en estos tiempos, conseguido en la escuela, reclama más piso después de la escuela, pues el cuestionamiento del mundo, la cultura, la ideología y la interioridad nunca se acaba para el ser humano. Resolvemos las preguntas con respuestas que sabemos temporales pues al responder caemos en la cuenta de que el intento llego sólo a una parte, a veces decepcionante del territorio de la pregunta.
A veces las personas nos agobiamos con las preguntas y nos desesperamos por lo precario del piso educativo posible, muy lejano del necesario. Ese agobio nos ayuda a considerar y manifestar la honestidad de nuestras respuestas y, al mismo tiempo, a verificar cómo lo construido con la educación permitió avanzar y cuando no se ha tenido tal avance deseado, verificamos el retraso y a veces la mentira envuelta en supuestos inventos, producto de la deshonestidad de quien prefiere mentir a aceptar su insuficiente aprendizaje, así como el insuficiente uso de éste.
La tarea de la educación es aprender a humanizar la interioridad personal, las ideologías, las culturas y este mundo que habitamos por un rato. Por eso decimos que educar es una tarea inacabable. Por eso pedimos a los formadores insistir una y otra vez en ayudar a los estudiantes a conocer el proceso de aprender, a aprender cómo cada uno aprende, a ayudar a la aplicación rigurosa de lo aprendido para resolver las incógnitas de la ciencia, de la filosofía y de la vida cotidiana. Y, sobre todo, aprender a comprenderse a sí mismos, comprender a los y las demás, y a comprender cómo convivir con todos y consigo mismo.
Humberto Maturana nos dice: Educar es la transformación por la convivencia. Es una clave feliz.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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