Razón o emoción ¿juntas o por separado?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

En muchas ocasiones se les ubica como antagónicos, polos opuestos, contrarios, incluso antónimos, pero la vida cotidiana se encarga de mostrar su constante entrelazamiento. La emoción va de la mano con los sentimientos, los afectos, las sensaciones, el sentir de forma resumida, mientras que la razón se liga a la inteligencia, la madurez, el pensamiento, la coherencia, el pensar en igual forma resumida. El interesante y bonito neologismo que representa el término sentipensar, atribuido a Orlando Fals Borda y narrado de forma maravillosa por Eduardo Galeano en cuentos y presentaciones, representa precisamente esta unión y este matrimonio en dos términos que, definitivamente, no pueden ir separados. Bien decía también el psicólogo cubano Fernando González Rey: “toda emoción genera pensamientos y todo pensamiento genera una emoción”.
En ocasiones, depende del momento, la situación, la película o el libro, la emoción pareciera ser lo más esencial del ser humano, porque la sensibilidad que genera puede hacernos empáticos, comprender al otro, actuar éticamente en pos de atender la vulnerabilidad de un semejante, o incluso un animal o hacer algo deslumbrante en nombre del amor, ya sea pareja, hijo-hija, madre-padre o amistad; los logros y los momentos de felicidad tienden a disfrutarse más desde la emoción. No obstante, el actuar impulsivo, ligado también a la emoción, no siempre es bien visto.
A veces, se considera que la razón es lo que nos permite diferenciarnos de cualquier especie animal y, por tanto, el elemento más importante del ser humano, cuya forma de manifestarse implica el uso de la inteligencia en diferentes sentidos y ámbitos, el ejercicio de una lógica aristotélica que nos aleja del error y nos encumbra por una racionalidad que, siendo honestos, pocos manifiestan de forma permanente, pero que ha propiciado grandes creaciones y obras que han cambiado la forma de entender y vivir el mundo; el instinto, que actúa sin intervención de la razón, podría ser tal vez lo opuesto a la razón. Sin embargo, es importante recordar que cuando alguien minimiza totalmente las emociones y privilegia sólo la razón tiende a percibirse un factor deshumanizante, parecido a un robot, carente de todo sentido humanitario, por lo que también tiene un elemento que no necesariamente es considerado como algo positivo.
De esta manera, la propuesta es poder llegar a un equilibrio, a un justo medio, en donde la emoción y la razón actúen de forma conjunta, ya que no son excluyentes y pueden llegar a coincidir en un mismo objetivo, como decidir inteligentemente amar a alguien que vale la pena, por ejemplo. Y en las escuelas hace falta entrelazar precisamente el desarrollo de habilidades del pensamiento y procesos cognitivos, fortaleciendo el uso de la razón, al mismo tiempo que se trabajan las habilidades socioemocionales. Pueden tener orígenes, caminos y formas distintas, pero pueden vincularse y coagularse sin duda. Razón-emoción, definitivamente deben ir juntas: me emociona pensarlo, ¿a alguien no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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