Profes

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

En una época donde los curas ni los políticos ni –muchas veces– los propios padres de familia representan una referencia moral significativa, los maestros se han convertido en los orientadores espirituales de la infancia y de la juventud.
La falta de credibilidad en quienes hasta hace poco cumplían esa obligación, ha dejado un hueco formativo que los niños asumen con la naturalidad con que aprenden los números y las letras.
Las conductas humanas se fomentan tácitamente y de manera testimonial. Los maestros asumen el canon de lo que debe ser. Aún los peores poseen tal condición: los estudiantes encuentran en éstos lo que no se debe hacer. Los maestros que no preparan su clase, califican injustamente y tratan mal a sus alumnos son antimodelos que involuntariamente ayudan en la identificación de lo indeseable. Como los padres insensibles o las figuras públicas que carecen del dominio de sí mismos.
Por su parte, las redes sociales se sustentan en códigos cifrados para los grandes. Los menores se desenvuelven en esos medios como peces en agua. Contactan gente de otras partes, edades e intereses. Viven en un riesgo que sólo puede limitar la propia conciencia del peligro y de lo conveniente. Ahí sólo alcanza la educación. El grillo de Pinocho que por lo general es el mismo que le dijo al niño que antes de hablar levantara la mano.
Los maestros del siglo XXI hacen mucho más que enseñar la tabla periódica. Dan fe de la vivencia de los ideales, el más importante de los cuales consiste justamente en la profesión que desempeñan. No obtiene riqueza ni privilegios sino conflictos y cuestionamientos tanto de las autoridades, que exigen dieces y buen trato, como de los padres de familia, que están en contra de las normas y reclaman el cumplimiento de sus caprichos.
Contra viento y marea, el maestro ejerce cotidianamente actos secretos de libertad y compromiso hacia el destinatario de su vocación. Nunca es fácil y siempre admite argumentación metodológica. Explicación prolija de los porqués. Con excepción de los psicópatas, los maestros son los últimos profesionistas (los bomberos, los médicos de la salud social) que priorizan al otro –el alumno– como su objetivo desinteresado y la esencia de su praxis.
El desorden axiológico que viven nuestras sociedades, el individualismo y la mala fe como una actuación admisible para la consecución de privilegios, conforman en el maestro la última esperanza para el triunfo de la compasión, el respeto, la bondad, la convivencia. Experiencias que todos los días se practican y reflexionan adentro de las aulas.
Sigue siendo (el maestro) el que gana menos, el que recibe más ataques y burlas y el más necesario para la recuperación y difusión de los parámetros civilizatorios.
Al menos un día nos acordamos de quien nos enseñó, fuera de casa y sólo con la mirada, a decir gracias.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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