Por favor, no queremos trabajar

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Tengo que pasar aclarando que el título no es una petición, súplica o lamento desde un lugar como docente, es otro el origen. Tiene que ver, sí, directamente con la experiencia educativa que hemos tenido que reinventar para poder mantener los procesos de enseñanza y aprendizaje, lo cual no ha sido fácil para ninguno de los involucrados, ya sea docente o alumno.
Pero en esta contingencia y obligatoriedad de buscar alternativas, muchos podrán señalar que, comparado con otros momentos históricos, tenemos la fortuna de contar con el respaldo y soporte de los recursos tecnológicos que abren infinidad de posibilidades para no parar y continuar.
Sin embargo, es un hecho que será inevitable que se altere y limite la formación de los estudiantes. Un amigo mío, Antonio Lira, señalaba en redes la importancia de no perder y no dejar de considerar la parte afectiva y emocional del alumno derivado del aislamiento, lo cual, junto con otros elementos, valdría la pena no perder de vista y tener un seguimiento y supervisión en la medida de lo posible. No olvidemos que, en varios estados, los responsables del manejo y desarrollo de habilidades socioemocionales son los docentes, lo cual, con la pérdida del contacto, puede hacer que diferentes problemáticas sociales empiecen a emerger o recrudecer. Y aquí la tecnología puede ayudar, pero no lo suficiente en realidad.
Hay entonces una serie de limitaciones que podemos empezar a identificar, pero, hay una que surgió el día de hoy que, de verdad, no esperaba, me resulta, de cierto modo, incomprensible. Profesores del Estado de México del nivel Medio Superior recibieron un correo electrónico en el que se hacía de su conocimiento que muchos padres de familia, así en plural, habían presentado quejas ante supervisión escolar por la saturación y excesivo trabajo que estaban dejando a sus hijos, por lo que se les solicitaba retroalimentar y no perjudicar a los alumnos.
Esta situación propicia muchas lecturas y abordajes, de entrada, no puedo evitar pensar en el tiempo con el que cuentan ahora los alumnos para realizar las actividades, lo cual funcionaría incluso como terapia ocupacional en estos días de encierro obligatorio. Considerando otro punto, no se puede evitar también pensar en la cantidad de padres y madres de familia que presentaron quejas y ser considerados “muchos”, de tal impacto que llevó a dar la misma indicación para todos los docentes, independientemente de los grupos que atienden. Un elemento más a pensar se encuentra en el hecho de que, en esta entidad, los alumnos se presentaron hasta el jueves, el vienes hubo consejo y, se intuye, el lunes 23 ya con escuelas cerradas, fueron o llamaron a supervisión escolar.
¿Es válido que un docente interprete el mensaje como una indicación para dejar pocas actividades en este tiempo? Sí, es una posibilidad; la siguiente indicación será aprobar a todos y todas las estudiantes hayan trabajado o no, dadas las condiciones. Se ha señalado antes la tendencia del gobierno estatal de fomentar el esfuerzo mínimo y la acreditación máxima, por eso sería bueno que se especificarán datos relacionados con el correo y darle así validez. Tal vez escribo desde la envidia y la frustración: el día que tengamos demasiado trabajo burocrático, ¿podremos quejarnos ante supervisión y veremos atendida nuestra petición de menos trabajo? La verdad, tengo dudas.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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