Política y educación

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Existe una relación en educación y política pues ésta no puede ejercitarse por personas o grupos no educados. Puede darse la política del más fuerte, o la del jeque iluminado, quizá la del enviado de dios. También la política desde la búsqueda de poseer las mayor cantidad de todo, desde dineros hasta personas a su servicio. Estas políticas no tienen educación sino sólo ocurrencias y hechos de fuerza bruta. Michel Foucault ya nos enseñó en su indispensable trabajo: “Vigilar y Castigar”. Un inventarios de torturas y de despechos inútiles excepto para quien se asume señor de vidas y muertes.
La educación salió de los palacios y llegó a nobles, burgueses y militares. El siglo de las luces. La época de la razón en lugar de la fuerza y la magia. Pronto fue traicionada y la fuerza se uso para imponer la razón, y no al contrario. Oscurantismo y miseria fue el resultado final. Y en medio de la baraúnda de la revolución contra monarcas y déspotas, los sabios establecen la escuela para enseñar al pueblo lo necesario para construir la democracia: la voluntad popular.
Pronto hubo que sumar la ciencia objetivista y positiva: sólo existe lo que se ve y se toca. Lo demás son pretextos para imponer voluntades. Poco a poco caen las monarquías y su herencia. Poco a poco se imponen las artes y los oficios como modo de conducir los aprendizajes, como la mercancía de las personas, antes ignorantes y estorbosas para el progreso, meta inefable de la ciencia y la educación.
Y sí, ahí en un punto no identificable de la historia, la educación pasa a ser la moneda con la cual los antes inútiles compran su modo de ser útiles, necesarios y hoy indispensables. Profesan servir al conocimiento y a las aplicaciones de éste, sea para producir lo artificial que va a reemplazar a lo natural. Luces de gas entubado en lugar de antorchas de aceite. Sustancias químicas obtenidas de plantas y animales para sustituir los pases mágicos del curandero. Motores en lugar de cuadrúpedos, cultivos en botellas para llevar el alimento de un lado a otro sin que sufra putrefacción. Sustancias químicas fabricadas para curar los males, entre otras, drogas para calmar al incurable.
Cambios de la antigüedad a la modernidad y quizá a la vida digital muy pronto. Todos dependieron de la formalización de la educación. De profetas y púlpitos pasamos a universidades laicas capaces de enseñar promesas, modos de ser y modos de tener, necesarios para forjar un mundo de progreso y desarrollo, su mal sustituto. Todo depende del educador, y del educador del educador. Sin educación el político sólo le queda mandar que se haga y esperar que aparezca el mago capaz de convertir el mandato en realidad. ¿Será esa la tarea del hombre educado? ¿Será el maestro profesional, el director de la transformación del desarrollo en buen vivir, sin materialismos imposibles de extenderse a todos?
¿La política entenderá siquiera la noción de fundamento asignada a la educación? La educación no puede ser, sin traicionarse, la máquina operadora de la simulación y el contubernio con la opresión. La educación libera y por eso debe ser libre, ayudar a formar hombres y mujeres libres capaces de hacer la tarea requerida para lograr una sociedad plena y con futuro.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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