Perros

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Sentados frente a la ventana, esperan el regreso del amo como una novia enamorada. Ladran y mueven la cola. Brincan con frenesí y demuestran que ese momento justifica el día. Tener un perro es tener la certeza de que uno es alguien significativo. Que hay un ser para quien basta nuestra sola presencia.
Nos lamen y nos olfatean con detenimiento, haciéndose la imagen mental de dónde anduvimos, a quién saludamos, cuánto nos entusiasmamos. Entonces se echan a un lado y nos enseñan la panza para que se las acariciemos, como el gesto más sincero de su cariño.
En un perro cabe nuestra compasión. Nos mira con afecto y nos perdona todo. Las ocho horas a solas, las pocas ganas de acariciarle la panza. El hambre sin intención de saciársela. Todo.
El perro mide nuestra empatía, nuestra dimensión humana con la mirada. Pareciera que nos ve con lástima, como tratando de adivinarnos el porqué de nuestra angustia. Entonces corre por una pelota y en la pelota cupieran nuestras carencias y nuestros anhelos.
Conocen el significado de algunas palabras. Identifican su nombre. Huelen a nosotros. Nos parecemos en las caras y en las costumbres. Un perro gordo tiene un amo compulsivo. Uno ansioso, un amo indeciso y uno miedoso, un amo paranoico. El perro es la consecuencia de nosotros mismos. La extensión de nuestros miedos, la atenuación de nuestra maldad y la prueba irrefutable de que tenemos algo de bondad.
Dependen de nosotros como un hijo. Aceptan nuestra educación con mansedumbre. Comen lo que les damos, pasean tanto como se los permitamos. Somos su universo, su límite y razón de existir. Cuando no estamos se ponen tristes y cuentan las horas con resignación. Y cuando llegamos, lo perdonan todo…
Nos cuidan y defienden con bravura. Ladran a los paseantes y gruñen como una advertencia. Nos esconden los calcetines y se nos echan encima para dejar claro que somos una sola cosa, ellos y nosotros. Por eso hay perros que ladran, que lamen, que mueven la cola… Son nuestra prótesis espiritual. Nuestra imagen y semejanza. Nuestra continuidad.
Tener un perro es tener un lugar en el mundo. Una declaración de nuestra fe. Y el merecimiento del afecto de los otros.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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