Padrinos
Jorge Valencia*
El padrinazgo representa una familiaridad laica. No sanguínea. Y de esa relación depende el éxito o fracaso de nuestras vidas.
El padrino y la madrina se eligen, no se obvian. Y el principal padrinazgo lo definen los papás del recién nacido. Los elegidos se convierten en “compadres”. Es decir, en responsables de la crianza en caso de faltar los padres biológicos.
A los mexicanos nos seduce la relación de compadrazgo al punto de implementar el vínculo con todos los que nos caen bien, de manera informal, como estrategia de fortalecimiento de la amistad.
Los compadres son amigos sin otro compromiso que el afecto. Dos buenos amigos se convierten en compadres por el decreto de la rutina.
El ahijado es un ser que acepta coscorrones por desméritos propios. El padrino orienta, reprende, salva.
Decirle “padrino” a alguien es endilgarle una responsabilidad mayor a la de un padre. Significa inculparlo por la condenación. Tener a alguien en fila para pedirle prestado, invitarlo a un sepelio, encargarle al gato.
El compromiso se adquiere a cambio de besarle la mano, llevarlo al geriatra, desbloquearle el iPhone.
El padrino cobró un sentido especial a partir de Marlon Brando. Se volvió un objeto viviente de culto donde el temor es una forma retorcida del agradecimiento.
El padrinazgo perpetúa una tendencia, una ideología o un gobierno. Andrés Manuel se convirtió en el padrino irrenunciable de Claudia. Los domingos subsecuentes habrá sermón dominical y bolo de variable generosidad.
El ahijado cobra el carácter de su padrino. Sus gestos y sus dichos. Su manera de solapar y su tendencia a perder los estribos.
Porque el padrinazgo es una bandera de continuidad. El segundo piso de un proyecto inconcluso que el ahijado construye bajo el fantasma de su padrino. Con sustos y sobresaltos hasta el exorcismo.
El agua bendita como agua de uso. Píldoras antiascendencia. El temperamento propio que poco a poco se dejará aflorar.
Hay padrinos de boda y de primera comunión. Padrinos de alternativa que canonizan toreros y artistas plásticos.
Los padrinos de los escritores están a kilómetros y a siglos de distancia. Aristóteles influyó a los escolásticos. Platón, a los republicanos. Jaime Sabines, a los influencers del Instagram contemporáneo. Yahualica, a Agustín Yáñez y el sur de Jalisco a Juan Rulfo.
El Hada Madrina provocó que Cenicienta cesara su esclavitud y maltrato. Gracias a su intervención mágica, desposó al príncipe y vivieron felices para siempre. Aunque nada se supo de los ratones.
*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx