Otros

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Los otros son un concepto supino. El individualismo, fomentado con el ejemplo de los mayores y la persistencia de los medios de comunicación, nos ha llevado a ser un país donde los intereses personales obnubilan el bien común.
La efervescencia de los últimos acontecimientos sociales ocurridos en Chile, demuestra que se trata de un pueblo con conciencia histórica, capaz de pronunciarse ante un gobierno fascista y ligar el pasado (la resistencia ante la dictadura de Pinochet) al presente. A menos que prohíban Netflix o aumenten los costos de los coches, en México una cosa así es impensable. No existen sentimientos solidarios con excepción de las catástrofes naturales y sólo ante la falta de liderazgo de los gobernantes.
La represión tácita y la incursión de la televisión aliada al poder, educó para el silencio a varias generaciones de mexicanos. La consecuencia es una juventud sin historia que abriga causas difundidas por el internet y el aire de los tiempos. Aunque loables casi todas (la dignidad de los animales, la igualdad de la mujer, el cuidado del medio ambiente), queda una sensación de desvinculación con el pasado (aún el reciente), con la identidad, con la injusticia económica y social. Nuestro civismo es de ornato.
“El infierno son los otros”, dijo Sartre en un contexto en que el “yo” debía tener acceso a las libertades y los derechos. No parece la prioridad en un mundo ni una nación donde el derecho justifica el derecho a ser. Las causas enarboladas parecieran más una actitud generacional que una convicción profunda. Aunque necesarias, no son las únicas prioridades. La inseguridad, la carencia de servicios dignos de salud y el reparto equitativo de la riqueza son algunos ejemplos.
Sigue habiendo maltrato animal, inequidad de género, desastre ambiental y hospitales donde los enfermos mueren por negligencia médica; asaltos a mano armada con el cinismo de la luz del día y la miseria como selección natural que sobrepasa a la mitad de nuestra población.
El nuestro es un país amargo. No aparece un panorama esperanzador en tanto las posturas cívicas no se materialicen en la cesión del paso peatonal, el compromiso de quienes desempeñan un trabajo (aunque sea de barrenderos) en el sector salud, el trato respetuoso a los otros. Además de la protección a nuestros perros, la dignificación sexual, evitar tirar la basura al suelo…
Si hay que empezar por algo, sería mucho decir “gracias”, respetar las señales viales o aceptar el liderato de una jefa.
Los otros son el efecto de lo que somos. Gente feliz y trascendida sería una medida justa. Gente consciente de su identidad y de la historia que nos constituye. Empezar por lo posible y aspirar a lo imposible.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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