Ni “fu” ni “fa”

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Poseemos una expresión que refiere ambigüedad por antonomasia: “ni fu” “ni fa”. Significa que algo, alguien, una posible virtud o defecto, no es una cosa ni la otra. Y lo que no es una cosa ni la otra, no es algo que no es sino alguna tercera cosa posible que no se nombra ni se sabe.
“Fu” no es “fa”. Sabemos eso y lo soplamos. Una sílaba, con vocal débil; la otra, abierta. Pero ¿qué es lo referido? Si no es “fu” ni es “fa”, ¿entonces qué es? Algo que no es “fu” ni es “fa”. Quizá “fi”, cerca de “fu” en cuanto a la intensidad de su vocal. O “fo”, cerca a su vez de “fa”. Definitivamente, no es “fe”, pues ésta es una palabra significativa (creencia, convicción) más allá de las ejemplares monosílabas sin significación propia que son “fu” y “fa” (entendiendo que no se refiere a la nota musical). Última vocal y primera.
La peculiaridad de la frase es auditiva. Una aliteración nasal (sonido /n/) y también labiodental (/f/). Una fonética perfecta, simétrica, eufónica en su aparente, disfrazada cacofonía: “ni-fu/ni-fa”. Memorable y atractiva, nadie que la escuche puede resistirse a repetirla, con los labios cerrados en su primera parte para rematar con la fuerza que nos da una boca abierta que se quiere comer una mosca.
Pronunciamos la frase con la pasión con la que se refiere la indefinición ajena. Quien la pronuncia es el juez moral. El especialista en la conducta humana. El crítico versado en cualesquiera disciplinas. El patriarca, el polígrafo y el doctor.
“Nifunifá” es el que camina entre los lindes de la Nada. El iconoclasta y el dadaísta experto en el arte del dríbling. Es el que viaja en tren ligero y sale del vagón a codazos. El panprofesional escabullido. El que se unta aceite de oliva en el cuerpo e incienso en el alma. El hombre (o mujer) tortuga, dentro de una concha descomunal. El que se aleja de los que están y se quedan y juzgan. Se trata del resbaloso que no encaja (ni en “fu” ni en “fa”, ni aquí ni allá, ni hoy ni ayer ni mañana). Es el “outsider”, el marginal. Sin tribu ni clan. Ni origen ni destino. El que carece de estereotipos. El extraterrestre, el ángel, el fantasma.
O bien -el significado lo matiza-, el que está quieto. El apátrida y el apático. Equilibrista que no se inclina ni para un lado ni para el otro. Pintor que no pinta. Voz que no se pronuncia, el señalado como “ni-fu-ni-fa” puede que, en el fondo, sea alguien -quizás el único- feliz.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

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