Neoliberalismo y aprendizaje significativo: Ferrocarriles Nacionales

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

¿Se puede aprender sufriendo? La respuesta es sí, sin que necesariamente estemos hablando del uso de castigos, aunque bien podría interpretarse de esa manera. Enseñar sobre neoliberalismo, de forma significativa es más fácil cuando familias enteras han sufrido los efectos de su implementación; el caso de Ferrocarriles Nacionales de México. Fue, es, paradigmático y un claro ejemplo. He aquí una breve historia.
Históricamente, el surgimiento de las empresas ha generado que se construyan, en torno a ellas, diferentes unidades habitacionales que facilite el traslado de las y los empleados a sus centros de trabajo. En México, bajo esta perspectiva, aunado al crecimiento de la franja urbana de la Ciudad de México y el nacimiento del Infonavit, en la década de los setenta se fueron creando en el Estado de México asentamientos y colonias de trabajadores de Ferrocarriles Nacionales. Como la mayoría de las colonias nuevas, llegaron muchos matrimonios jóvenes con hijos e hijas pequeñas dando vida a cada calle y escuela construida y así fue creciendo la comunidad y la población con el tiempo. Obviamente, se lee muy bonito, pero duró poco el sueño de miles de trabajadores.
Llegó entonces 1988 y en medio de la polémica electoral gana Carlos Salinas de Gortari quien decide implementar un modelo neoliberal que buscaba tener dinero en lo inmediato sin pensar en el futuro, por lo que empieza a vender muchas empresas cuyo dueño y administrador era el gobierno: una de esas era Ferrocarriles Nacionales de México y así empezaron a liquidar en 1991 a muchos trabajadores, dejando en la incertidumbre económica y laboral a familias en donde había incluso ferrocarrileros de tercera generación, siendo tanto el abuelo, el padre como el hijo miembros del gremio de Ferrocarriles Nacionales; toda una vida para muchos. Salinas dejó su gestión en 1994 y Ernesto Zedillo vino a dar la estocada final liquidando al total de trabajadores en el año de 1998.
El argumento que justificó la venta siempre fue que no redituaba ganancias, pero sí generaba pérdidas al país. Irónicamente, aunque el término malévolamente queda a la perfección, al dejar Zedillo la presidencia se fue a trabajar de asesor a una de las compañías que compró Ferrocarriles y, para colmo, la infraestructura que obtuvieron prácticamente de forma regalada las empresas privadas, que incluye vías, carros y máquinas, sigue operando con ganancias para los particulares.
Cabe señalar que el tren representaba para muchas personas su forma de traslado de un pueblo a otro, por lo económico, por lo que también se afectó la economía de muchas otras personas que hacían uso de Ferrocarriles.
Para quienes fuimos ferrocarrileros o para quienes fuimos sus esposos, esposas, hijos o hijas, vimos, sufrimos o vivimos con tristeza, juntos, la desaparición de la fuente de trabajo y de ingresos, arrojando al sector del desempleo a miles de personas que ya no contaban con la edad para poder competir en un mundo neoliberal. Algunos trabajadores o sus viudas alcanzaron a obtener una pensión, por debajo del mínimo para la mayoría, los demás que no alcanzaban pensión se fueron con su magra, injusta e insuficiente liquidación que daba un respiro para un tiempo. Así de golpe muchas familias entendieron lo que implicaba tener un gobierno neoliberal.
Hoy, a 25 años de la infame venta, diputados y diputadas del Partido del Trabajo han retomado el caso buscando la aplicación de justicia para todos los desfavorecidos de aquel tiempo; en estos años han muerto miles de extrabajadores, que se fueron de este mundo teniendo claro lo que es la injusticia y el neoliberalismo, términos regularmente juntos. Zedillo y Salinas, y los compradores obviamente, siempre justificaron la venta, tuvieron muchas ganancias, pero en un sesgo faltó como siempre preguntar a los afectados. Hoy con un gobierno antineoliberal, queda una vela encendida de justicia, ojalá no se apague y alumbre, por fin, a muchas familias ¿no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

Comentarios
  • Rafael Lucero

    Los mexicanos tuvimos grandes perdidas en la última mitad del S. XX, entre ellas, los ferrocarriles, no solo en lo economico, sino en lo social y cultural; nuestro peso perdió lo ceros y arrastrando nuestras cotizaciones para pensión y vivienda ; los bancos los perdimos y el pueblo todavía y por largo tiempo pagaremos el rescate. Los ganones de este saqueo fueron los gobiernos neoliberales, hoy moralmente prófugos.

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