Los riesgos de las redes sociales: enredarse en los tentáculos del riesgo y del engaño

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Ya no es ningún secreto el saber, puede decirse que un 97 por ciento de la población mayor de los 12 años (o incluso antes), ya llevan consigo uno o más teléfonos celulares de los llamados inteligentes. Cargar un teléfono celular hoy en día es un enorme privilegio producto de la modernidad del tercer milenio, pero también un gran riesgo.
De lo anterior, me detengo en los grupos etarios llamados de las adolescencias y las juventudes, el recorte lo hago de entre los 12 a los 18 años, el teléfono celular se ha convertido en un objeto o un dispositivo super indispensable para dichos sujetos, sirve igualmente para enfrentar los problemas nuevos de soledad, las dificultades en los vínculos sociales y de convivencia; su aparición y desarrollo (me refiero a la de los dispositivos) está asociada a la aparición y desarrollo de problemáticas de esta sociedad postmoderna.
Asociado al uso de dispositivos electrónicos inteligentes, se da igualmente un auge especial en el uso de plataformas que “permiten” la propagación de videos, fotos, mensajes, etcétera, y que, en muchas ocasiones no tan casual, pero si paradójicamente dicha propagación de mensajes tiene que ver con divulgar la vida o el cuerpo de otras personas, es decir el uso obsesivo de los teléfonos celulares también está sirviendo para generar daño moral y afectar la vida de otras personas, como pares de jóvenes o de adolescentes. El llamado tiktok, youtube, instagram, por mencionar solo algunas plataformas dentro de las cuales existen infinidad de suscriptores y usuarios, diseñados especialmente para hacer tomas, montajes, filtros distorsiones y poder difundir o divulgar parte de dichos contenidos.
Los riesgos están en que la vida privada de jóvenes y adolescentes se convierte en asunto público, y junto a ello existe una pérdida del control en la propagación de dichos contenidos. Los jóvenes (sobre todo en la etapa adolescente), no se detienen a pensar en dichas implicaciones de carácter ético y moral. “se les hace fácil” porque la vida de ahora es que todo parece fácil, y no se detienen a pensar en el daño que se pueden a hacer a sí mismas o a las personas cercanas que forman parte de su círculo social.
Lo que he mencionado en líneas arriba sucedió hace algunos días en una pequeña fiesta o convivio entre jóvenes (principalmente jovencitas), en donde se generaron distintas tomas y se difundió en algunas redes lo grabado, vinieron después reclamos, negaciones y culpas mutuas. El problema se hace aún mayor cuando se reconoce que padres y madres de familia ya no tienen pleno control en cuanto a la supervisión de los aparatos que cargan y usan sus hijos.
Comenzamos a entrar (bueno ya estamos bastante adentro), en un problema que en los primeros años de este siglo fue nuevo hoy en pleno 2021 y después de comenzar a respirar en la postpandemia, estamos de frete ante un riesgo que tiende a normalizarse sospechosamente.
Muchas escuelas tienden a prohibir la utilización de celulares al interior de la misma, pero ahí también se comienza a dar el viejo fenómeno, de esconder lo que se prohíbe para hacer uso de ello, desafiando a las autoridades.
Alguien tiene que hacer algo aquí, porque el riesgo cada vez es mayor y más complejo. Se requiere una política publica desde la esfera de gobierno y propuestas pedagógicas que desde abajo los docentes comienzan a ensayar en alternativas surgidas desde el dispositivo pedagógico. Se requiere pasar de la preocupación y del problema al diseño de propuestas, pensadas en actuar en un problema que comienza a asfixiar el desarrollo social de adolescentes y jóvenes.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com

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