Lo artificial de la inteligencia artificial
Miguel Bazdresch Parada*
Se ha producido un auge de las referencias a la inteligencia artificial provocado por el anuncio del inicio público de las operaciones del robot llamado OpenAIGPT-4 “chat gepete” para los periódicos.
Es un auge producido por el desconocimiento de cómo la inteligencia artificial empezó a usarse hace ya decenas de años. El punto central depende de una “arma” matemática llamada algoritmo que muchos reconocerán su existencia. Antes se enseñaba en curso de matemáticas de preparatorio, cuando no en secundaria. En términos muy vulgares se trata de una “receta”, un modo de conseguir un objetivo determinado a partir del resultado deseado. Lo interesante esta en las características del procedimiento y de los recursos disponibles para lograr las acciones incluidas en ese procedimiento. Lo “artificial” se añade al algoritmo, cuando se diseña un procedimiento tal que sólo requiere la acción inicial para desencadenar todo ese proceso deseado hasta llegar al final, a la acción que materializa el propósito.
Lo importante de eso que ahora llamamos “artificial” es justo que las operaciones ocurren sin intervención humana. Por ejemplo, podemos “encender” el motor de un auto con sólo girar la llave que desencadena una corriente eléctrica, la cual sin nuestra intervención hace que se realice todo lo necesario para “encender” el motor. El algoritmo opera. Antes de ese invento hacía falta “darle vueltas” físicamente a una palanca que moviera los pistones y con suerte a la primera se coordinaba con la corriente eléctrica de la batería y el auto arrancaba.
Así, podemos identificar los mil y un algoritmos en uso todos los días en nuestras actividades de trabajo y de descanso. El gran avance está en la autonomía, es decir lo innecesario de la intervención humana para “encender” los algoritmos “cargados” en muchas de las máquinas que hoy usamos. Es decir, lo hoy desatado es la automatización. Antes y ahora hay robots (por ejemplo, Alexia), les hablamos, se encienden y hace lo que se les dijo, dentro de una gama de acciones cuyo “encendedor” está previamente programado, es decir, incluido en el algoritmo.
El avance no está en lo “inteligente” sino en lo “artificial”, esto es en los algoritmos y en lo “técnico” es decir en la capacidad de producir elementos electrónico capaces de traducir una orden verbal en una acción mecánica, eléctrica, óptica o acústica, sensible y en muchos casos imitadora de algo humano.
Por eso, cuando pasamos a la discusión de la pedagogía “digital” es decir la aplicación de la inteligencia artificial al salón de clases, el punto es reconocer, recuperar aquellas prácticas no susceptibles de incluir en cualquier algoritmo por excelente que sea. Por ejemplo, la reflexión personal y colectiva no se produce, por ahora al menos, en ninguna máquina por inteligente que sea, es algo reservado al ser humano y curioso, clave en los procesos educativo–pedagógicos.
Cristóbal Suárez, profesor de la Universidad de Valencia nos dice en un artículo reciente: “En general, lo que busco es realzar una pedagogía como una reflexión que nos exija, a docentes, gestores o investigadores, una comprensión de lo digital de forma holista, crítica, interdisciplinar, política, ética y humana que dé soporte al trabajo didáctico en torno a la enseñanza y el aprendizaje con tecnología. La tarea de la pedagogía es examinar atentamente la tecnología digital como parte de una complejidad mayor que implica la educabilidad del ser humano”.*
Es decir, la pedagogía no es una técnica. No es programable en un algoritmo. Por eso la tarea educadora sigue siendo: ¿cómo nos hacemos más y mejores personas con el aprender y comprender?
*Suárez-Guerrero, C. (2023). El reto de la pedagogía digital. Cuadernos de Pedagogía, núm. 542, 6 de junio de 2023.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx