Límites descuidados e insensibles

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Publicado en El País, 2 de julio, 2022: “Juan ya no quería ir a la escuela. Sus papás no sabían por qué. Compañeros lo sentaron en una silla que habían rociado con alcohol. Cuando se levantó, uno le prendió fuego. Juan aún no puede caminar y se ha tenido que someter a cuatro cirugías.”
La nota remite, sí, a una cuestión sobre la conciencia moral, y también y sobre todo a la imposibilidad de los límites para limitar. Una realidad en constante cuestionamiento en estos días. La agresión, a punto de ser mortal, no tiene explicación satisfactoria en los manuales de conducta ordinarios, en especial en esas páginas dedicadas a los cuidados y las sanciones sobre las transgresiones a tales cuidados. Menos la explican los hechos crudos.
El suceso, en una escuela pública del estado de Querétaro pudiera parecer un exceso típico de adolescentes y no es así. El País pone: “El motivo de la agresión: ser indígena y “no hablar bien español”. Un ataque que pudo ser mortal ha obligado a Querétaro a tener una incómoda conversación sobre discriminación y acoso escolar, en un país donde el racismo sigue siendo tabú”.
“Fue un intento de homicidio”, afirma Juan Zamorano, padre del joven de 14 años. Zamorano clava la mirada en el suelo, con angustia de padre. No ha podido comer, no ha dormido bien. Su esposa y él han tenido que dejar de trabajar para volcarse en los cuidados de Juanito.” Zamorano prosigue: “Estamos en shock”, admite. Su hijo también. No pudo hablar durante días. Pero cuando lo hizo, dejó de callar los abusos que había soportado. Sus compañeros en la secundaria le cortaron el cabello, se burlaban de su acento y se reían de su madre, que vendía dulces en la calle”.
El padre, estima una permisividad de la maestra rayana en la agresión: “Juan, un joven retraído, contaba a sus papás que no se entendía con su maestra, que lo exhibía, y que no estaba cómodo. Tras el ataque, los padres están convencidos de que la profesora participaba o, al menos, instigaba los abusos. (…) Los niños que prendieron fuego a Juan habían tirado una lata de leche condensada al suelo del aula y le pidieron a la maestra alcohol para limpiarla. “Nadie lo ayudo” lamenta el padre. Después de que empezó a arder su pantalón, Juan se desvistió y la maestra lo mandó a cambiarse al baño y le consiguió otro. Mientras Juan se cambiaba, la maestra salió a comprar una cebolla y le pidió que se la untara para aliviar las quemaduras. El padre afirma: “A lo mejor los otros niños pensaron que sería un daño leve, pero mi hijo va a llevar estas cicatrices por dentro el resto de su vida.”
Una desgracia, sí. Evitable, sí. Condenable, sí. ¿Castigo? Quién sabe. Merece reparación, sí. ¿Cuál acción o acciones de verdad puede reparar un daño permanente en el muchacho agredido?, ¿cuáles con los agresores?, ¿cuáles en los responsables en la dirección escolar? Urgente es lento para estos casos.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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