Levantarse temprano

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

La sabiduría popular demuestra una fe que sustenta el sacrificio de dormir poquito: “al que madruga, Dios lo ayuda”.
Se ha discutido suficientemente la mexicana postura ante el compromiso de vivir. Nadie se levanta por gusto a las 4 de la mañana. La necesidad obliga la puntualidad. Y en nuestro país, la necesidad es mucha. No existe un solo profesor que se levante, se bañe y se rasure (mientras canta una de José José) para llegar a la escuela a las 7 sólo por el placer de ver el amanecer adentro de un salón de clases.
Si pudiéramos, todos nos levantaríamos a las 11 y nos dormiríamos a las 4 de la mañana. De hecho, la jubilación se espera bajo la promesa de tirar el despertador a la basura y rentar (si alcanza) televisión por cable.
En su infinita sabiduría, Dios hizo las madrugadas frías para que las compensemos debajo de las cobijas. Si quisiera que nos levantáramos a las 5, las cobijas serían heladas y la madrugada, templadita.
La falta de sol y el exceso de cansancio fomentan que la vida real empiece a partir de las 9 excepto para las escuelas, los repartidores de las tienditas y el paredón. El ejército toca el himno nacional desde las 5, a la hora del gallo, para demostrar el sentido expiatorio de su vocación marcial.
Si la revolución se gestó para que todos nos podamos levantar a las 11, el horario de oficina demuestra su fracaso conceptual.
Las escuelas empiezan su jornada temprano para que los profes sorprendan a sus alumnos dormidos. Las matemáticas se aprenden de forma onírica, entre ovejas que se suman al cruzar las vallas. La mejor técnica disciplinaria es el sueño.
Los lecheros se terminaron con la televisión nocturna. La programación sin límite de hora demostró que la desmañanada es condición de veladores y de estoicos. La soledad y el insomnio son características excepcionales que el mundo moderno prefiere evitar. Los amaneceres míticos se intuyen gracias a los fotógrafos insomnes y solitarios, dispuestos a resguardar la evidencia de los astros para quienes se despiertan después de las 8.
Las vacaciones estimulan el sueño y restringen la duración de los días. Por lo tanto, son un ensayo de la muerte, tal vez nuestro verdadero estado (al menos, el que más dura). La inconsciencia es nuestro destino. Levantarse temprano, pone esto en entredicho.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

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