La militarización en México desde la “crítica de la violencia” de Walter Benjamin (1)

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

La razón de ser de la milicia es la violencia legalizada para la defensa nacional. En una nación de derechos civiles, no cabe, en opinión de Walter Benjamin, ni siquiera la policía; “contradice el Estado civlizado”, según él. Benjamin plantea, además, que la violencia es fundadora o conservadora de Derecho.
¿A cuál violencia nos referimos en el México actual? ¿A la estatal sugerida por el presidente con los militares o a la de los carteles del crimen organizado?
El Derecho al que se refiere Benjamin tiene sus bases en Locke (Derecho natural) y en Hume (Derecho positivo). Uno justifica su plataforma en Dios; el otro, en la convención social.
En un México narcocorrompido, la violencia funda una sociedad novedosa: la de la anarquía y el terror, donde el que tiene más balas es el que tiene más dinero y poder. Nadie que se precie de ser alguien, respeta las reglas.
El arraigo del capitalismo, cuestionado por Benjamin como estructura productora de la ideología individualista, fomenta el crimen como actividad proveedora de beneficios materiales. Incluso del ascenso social. El secuestro como solución económica tiene su justificación en la miseria, la falta de acceso a la educación, la inequidad. Al menos en el imaginario colectivo.
La apología de crimen exhibida en canales audiovisules de difusión masiva como Netflix, refuerzan en la población mexicana la acendradísima idea de que “el que no transa, no avanza”. Hecho demostrado hasta el fastidio por la galería de políticos, empresarios y narcotraficantes sometidos a proceso judicial.
La militarización del país representa el tránsito natural de una sociedad echada a perder a otra sin esperanzas. Los “medios limpios” (cortestía, mutuo entendimiento, lenguaje -sic-) planteados por Benjamin como antídoto contra la violencia, sólo caben en la utopía de una sociedad a la que no aspiramos más que con ayahuasca y un disco de Silvio Rodríguez.
Nuestro proyecto de país, a diferencia de otros pueblos, se suscitó mediante la imitación republicana de principios del siglo XIX, no mediante los sueños de libertad, y desde la conveniencia de unos cuantos, no desde el beneficio colectivo, comunitario. México nace no como una utopía sino como una revancha de clases. Por eso la primera república cedió al imperio y éste al desastre que persistió cien años.
No es que sea difícil el replantemiento de un rumbo consensual; es imposible. A menos que Juárez resucite disfrazado de supertlatoani.
Si la guerra despierta el sentimiento nacionalista (como lo atestiguan los continuos conflictos bélicos de EE.UU.), en México la guerra contra nosotros mismos cumple la profecía mesoamericana de la extinción definitiva. El Chapo Guzmán es el mesías; los diputados, su oráculo. Y el ejército, el coro trágico que sopla con fuego y balas las velitas del pastel.
La desviolentización a la que parecen aspirar las ideas de Benjamin, no sugieren una posibilidad ni remota en México. La tesis presidencial consiste en terminar a balazos con las balas, violentar la violencia, apelar al milagro del escapulario y a la magia de los “otros datos”.

(1) “Crítica de la violencia”. En “Para una crítica de la violencia y otros ensayos”, Walter Benjamin. Iluminaciones IV. Ed. Taurus. Madrid, 2001.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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