La justicia ¿ley, base o merecimiento?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

“La vida no es justa”, es una frase que hemos escuchado en diferentes momentos y de la boca de distintas personas o personajes; recuerdo, por ejemplo, a Scar de “El Rey León”, a Bill Gates y también, con seguridad, se la hemos oído decir a un familiar, vecino, amigo, conocido, alumno, maestro o directivo con el que interactuamos de manera cotidiana; la hemos escuchado con tal frecuencia que, aparentemente, la mayoría de las personas perciben o viven injusticia en sus vidas.
¿Es normal que ocurra esto?, obviamente no, por lo que probablemente el problema sea sólo una cuestión de percepción o un enfoque distorsionado de la realidad, o, un malentendido de lo que realmente implica la justicia, lo que nos obliga a definirla. Desde un marco legal, resulta comprensible tener dudas sobre las posibilidades prácticas de la existencia de la justicia, principalmente porque no vemos prácticamente nunca la aplicación de todo el peso de la ley sobre aquellos que la infringen y que afectan los derechos de otros.
Una siguiente definición señala que la justicia hace referencia a un conjunto de valores, como el respeto, la igualdad, la equidad y la libertad, sobre los cuales una sociedad fundamenta las relaciones entre sus miembros. Aquí podríamos tener también ciertas dudas, sobre todo porque, de ser así, la ética y el trato digno de todos y cada uno sería una constante, lo cual se lee más como un anhelo y no realidad cristalizada. Cada uno de los cuatro valores referidos parecen, lamentablemente, ausentes o lejanos a las circunstancias y experiencias de vida de muchas personas.
Sin embargo, creo que la idea de injusticia que más poseen la mayoría reside en la creencia, suposición o deseo de recibir de la sociedad aquellos que merecen por su forma de ser, o de actuar, de trabajar, de amar, de estudiar, entre muchos otros verbos posibles. Esta forma de entender la justicia puede ser riesgosa, dado que cada uno establece sus propios criterios para establecer que es lo justo para ellos: aquí podemos encontrar a un alumno que, pese a su pobre desempeño, considera que una calificación baja es injusta; “árbitro injusto” gritará la porra cuando no se marque a favor de su equipo una jugada; “no es justo que me traten así” dice el adolescente cuando lo reprender o castigan porque rompió una de las reglas familiares; o el “amante incondicional” que siente injusto que su ser amado entregue sus sentimientos a alguien más; también se perciben injustos los salarios, los ascensos, amores o logros de otros, en fin, muchas situaciones, pero como “la vida no es justa” entonces tampoco el merecimiento es una buena fuente para pensar en la justicia.
Así que la vida tal vez no sea justa, pero eso ya la mayoría lo sabe o lo ha vivido y, pese a ello, seguimos todos adelante. Pensemos entonces en la justicia como una posibilidad y, tal vez con el tiempo, podamos algún día decir todos: la vida sí es justa. Puede ser ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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