La infravaloración docente: sigue la justicia en espera

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Pasamos ya del festejo al suspiro anhelante de la justa valoración de nuestra labor… la cual no llegó; sin embargo, no podemos pasar por alto que, al menos, hay intenciones y posturas diferentes a gobiernos anteriores.
NO estamos igual a los tiempos del gobierno de Calderón, en los que se buscó golpear la imagen del docente, con la ya sabida ayuda de las televisoras, legisladores panistas y egresados del ITAM, que empoderó para mal a figuras parentales y estudiantes en detrimento de la educación. Tampoco estamos en los tiempos de Peña, con la implementación de una serie de medidas que sólo perjudicaban la estabilidad laboral, condicionaba el ingreso y las promociones y había una descalificación total de la antigüedad y la trayectoria de grandes y valiosos profesores y profesoras. No, no estamos en esos tiempos.
Siendo justos, al menos en el discurso, hemos escuchado o leído palabras de nuestro mandatario que evidencian un respeto por la figura y papel docente; lamentablemente poco se ha hecho por mejorar nuestras condiciones económicas y laborales, lo cual puede generar cierto desencanto y desilusión al quedar la sensación de que todo queda precisamente en palabras.
Hay un plan, ligado a una inversión económica se ha dicho, que beneficiará a un número significativo de docentes, sin embargo, los incrementos contemplados no son realmente una mejora con relación a la economía de otros y otras docentes.
Desde que el actual presidente asumió el cargo, ha habido un aumento considerable del salario mínimo, lo cual ha beneficiado a muchas familias en el país y es digno de resaltar. No obstante, el incremento salarial del magisterio, en ese mismo tiempo, no ha estado por encima de la inflación anual, por lo que se ha golpeado su poder adquisitivo.
NO quiero pecar de pesimista, malagradecido o crítico del gobierno, no es mi intención, pero sé que así se puede leer: si se considera que el salario mínimo es la cantidad obviamente mínima que se puede otorgar a un empleado o empleada por su labor para satisfacer sus necesidades básicas, que representa la percepción más baja entre la población económicamente activa dentro del marco legal, en estos últimos años los y las docentes hemos tenido un acercamiento mayor al salario mínimo, por lo que hemos bajado de nivel en cuanto a la percepción salarial y poder adquisitivo.
Faltan dos años con el presente gobierno, así que queda poco tiempo para que veamos traducido en actos la valoración de nuestra labor; no es que diga que las palabras no alimentan el alma, sí lo hacen, pero también una remuneración justa es algo obligado. Si gana el actual partido, tal vez siga la valoración de nuestro gremio, pero si gana otro, no lo sé, la historia reciente me diría que puede venir otro golpeteó a la imagen y el bolsillo. Mientras seguiremos suspirando y anhelando; la esperanza muere al último ¿no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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