La ballena o el dilema del yo versus el nosotros

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Esta semana se lleva a cabo en Estados Unidos la entrega de los premios Oscar, en donde la Academia reconoce y entrega premios a diferentes categorías en el mundo del Cine, fantasías principalmente de corte comercial. Sin embargo, es común que situaciones de la vida cotidiana aparezcan en la pantalla: no por nada se acuñó la frase que reza “la realidad supera la fantasía”. La película “La ballena” es un ejemplo.
Lejos de spoilers o análisis de corte cinematográfico, me centraré en enfatizar un aspecto que, considero, será de los que reciban menor atención: a partir del momento en que uno decide, o no se decide, ser padre o madre, ¿qué nos puede llevar a dejar de lado la responsabilidad de educar y criar? La pregunta pareciera tener una implicación moral tendenciosa, pero en realidad no es así.
La pregunta deriva de una de las líneas seguidas por la trama de la película, pero también por ser una vivencia cada vez más común al interior de las familias. Es un hecho que diferentes ideologías y políticas actuales, de forma velada, promueven la desaparición de las familias privilegiando la individualidad, las posturas personales, personalistas podríamos decir, y el egoísmo en la búsqueda del placer y/o la felicidad: el yo por encima del nosotros.
Esta postura yocentrista en una de las figuras parentales, y que lleva a abandonar a la familia, a sus hijos-hijas propiamente, ¿cómo surge? ¿cuál es su fuente? Obviamente, dada la complejidad del fenómeno no podemos establecer un origen monocausal, cada madre o padre tendrá diferentes motivos y orígenes, por lo que, como en muchos problemas sociales, hablamos de una condición multifactorial. Podemos referir algunos: un deseo sexual por alguien externo, la evitación de dolor, huir de la responsabilidad, sentimientos por alguien ajeno a la familia, vivir la familia como una carga emocional y/o económica, corroborar que no se deseaba tener descendencia, el fin del amor y el deseo sexual por la pareja, el desencanto de la familia, el rompimiento de sueños y expectativas familiares, proyectos personales, cambio en las preferencias sexuales, deseo por vivir experiencias nuevas, hartazgo de la familia, sentimientos de frustración, miedo a crecer, deseos de volver a etapas anteriores de la vida, priorizar a amistades y nuevas parejas, cobardía, vergüenza, desempleo, desvalorización familiar, ausencia de valores, ética y/o empatía, ejemplo de familias de origen, incapacidad de amar, aburrimiento, cansancio, la falta de una formación y experiencia de fe, en fin, la lista, las causas pueden ser muchas y diversas. Sin importar cual de ellas sea, elegir por uno y no por el nosotros, siempre dejará una secuela emocional en cada hijo o hija, dado que el abandono difícilmente es aceptado e inocuo. Miles de historias contadas por estudiantes develan este sentir, este problema.
Apostar por la familia, por un nosotros, patentiza sacrificio, responsabilidad, cuidado, atención, es decir, valores y actitudes en los que otro es importante y prioridad; apostar por uno, devela a una persona que se pone a sí misma y a su sentir por encima de los demás.
Un Oscar a mejor actor del protagonista de La Ballena puede romantizar el abandono parental, dependiendo de cómo se lea y analice la película; pero es claro que preferimos verlo, vivirlo y sentirlo en un filme, que presenciarlo en la vida de uno o una de nuestras estudiantes ¿no es así? Dejo aquí la reflexión.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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