Junio

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Con sus lluvias intermitentes y sus grises matizados, junio se instala como la nostalgia. Como la humedad. Siendo la mitad del año, representa el fin de una temporada. Las escuelas se sincronizan a junio lo mismo que los torneos deportivos y los procesos familiares. Nuestro corazón vive bajo el año lectivo que termina en junio.
Junio tiene el sabor de una conclusión existencial. Su grisura permite la introspección, el “flash-back”, la asunción de una culpa. La contemplación de la calle a través de la ventana está asociada a junio como el amor a la adolescencia. A la ensoñación.
Junio es charcos y ruptura. Fin y renovación. Despedida.
Las amistades que terminan en junio cargan un significado simbólico, lo mismo que los amantes que se comprometen y los seres queridos que parten.
Tal vez por su alusión a la femineidad de una diosa o por la lluvia que regenera la vegetación, tiene algo de esperanza y de melancolía. De ganas de volver a empezar, lo mismo que tristeza por dejar atrás algo.
Los días parecen más breves en junio. La humedad obliga la quietud y el amparo. Época de café y conversación. De música. De perros echados a los pies. Lámparas indirectas. Impermeables. Citas pospuestas y proyectos.
La eufonía con que se pronuncia es referencia: punto cardinal de un encuentro, una charla, una promesa que los días y los meses venideros olvidan. No admite rima fácil ni oda ni alabanza. Es palabra conclusiva. Relato efímero, compás de espera, puntos suspensivos de una frase abierta.
Junio es un mes que no tiene el prestigio de las fiestas patrias, como septiembre, ni la familiaridad navideña de fin de año. Es un mes perdido en medio del calendario como un viaje largo donde se hace un receso, se estiran las piernas, se bebe algo, se prevé la continuidad y lo que se ha dejado para siempre. Es viaje, no llegada ni comienzo. Trayecto.
Temporada de ranas, flores de sombra, ropa de lino y ventiladores eternos…, junio invita a la hamaca, al cigarro con cerveza, al ceviche ácido debajo de la buganvilia y las macetas colgantes. Junio obliga el resguardo. La contención. La espera y la paciencia.

Junio es un mes cualquiera de una vida partida a la mitad. El rellano de una meta. La posible previsión de un desenlace. Y lluvia.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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