Jalisco, el caso Teuchitlán: En espera de la verdad
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Para los que vivimos acá, cuando se habla de Teuchitlán se habla de dos cosas:
a) Un centro gastronómico a donde se puede ir a comer muy sabroso y estar pegado a un estanque con pequeños peces y pasar una tarde agradable.
b) Las pirámides circulares de los Guachimontones únicas en Mesoamérica.
Pero ahora aparece una tercera referencia, un rancho que sierve como centro de operaciones: entrenamiento, exterminio, tortura y muchas cosas más, el cual era utilizado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). El día 5 de marzo un grupo de madres buscadoras aglutinadas en uno de los colectivos llamado Guerreros Unidos, pudo hacer un hallazgo que llamó la atención de la sociedad. Dentro del rancho y después de invitar a algunos medios, encontraron crematorios clandestinos, fosas clandestinas, ropa, calzado y pertenencias personales de sujetos en edad joven. A partir de aquí se viene una loca guerra de hechos que se vienen presentando en cascada y de la interpretación de los mismos desde distintas perspectivas.
A partir de ahí, Jalisco desde el gobierno local, se convierte en una enorme cortina de humo, recuérdese que en el argot de la política y del periodismo cuando se habla de una “cortina de humo”, se reconoce que es la formulación de una imagen que se hace visible para cubrir muchas otras que son las verdaderamente importantes y se les convierte en invisibles.
De esta manera, el caso de Teuchitlán no solo nos coloca ante un complejo contexto de dudas y omisiones, sino también, que la verdad cada vez se aleja más del acceso de los ciudadanos comunes.
En el sexenio anterior, bajo el gobierno de Enrique Alfaro, predominó la prepotencia, un estilo personal de gobernar basado en el autoritarismo y en el desbordado abuso del ego, esto lo relata muy bien Roberto Castelán Rueda, investigador de la UdeG. Recuérdese también que la herencia de Alfaro es de 15 mil desparecidos y que ha dado lugar a la organización de colectivos, redes de madres buscadoras y grupos de la sociedad civil que están afanosamente encargados de encontrar a sus familiares desaparecidos, vivos o muertos: “Vivos se los llevaron. Vivos los queremos”.
Han sido estos colectivos y su dinámica la que ha servido para acelerar los procesos. En el mes de diciembre de 2024 toma posesión como gobernador de la entidad Pablo Lemus, sin haber sido el candidato preferencial de Enrique Alfaro, Lemus sabe ampliamente del problema y ha buscado un acercamiento con los colectivos a partir de realizar reuniones periódicas y de generar una agenda de trabajo. Pero el caso Teuchitlán ha roto con todos los paradigmas, de tal manera que, desde el ámbito gubernamental en Jalisco predomine el silencio, no quieren decir nada porque el que habla, al dar evidencia, se expone.
Este fenómeno también ha sido aprovechado por los grupos de la derecha con el PRIAN a la cabeza para equiparar a Teuchitlán con Ayotzinapa y pretender desprestigiar a toda costa el gobierno de Claudia Sheinbaum. Aquí a la verdad le sucede como lo que le pasa a la Utopía, como en el poema de Galeano, “mientras más avanzamos, más se aleja de nosotros”, acá sería la verdad sobre Teuchitlán.
Lo primero que aparece para el gobierno local de Pablo Lemus es una excelente área de oportunidad: el poder deslindarse y desmarcarse de toda la herencia del alfarismo y poder desmantelar el fantasma que aún persigue a Jalisco. El exgobernador Enrique Alfaro le heredó a Pablo Lemus no solo personajes, sino también proyectos; el actual gobernador hoy puede deshacerse de toda esa nefasta herencia.
Teuchitlán es un fenómeno social que se levanta en territorio del estado de Jalisco de una serie de hechos y de acontecimientos lamentables, pero la verdad de lo que está en el fondo y de lo que representan estos mismos acontecimientos creo que nunca la sabremos. Hace falta la versión oficial, hace falta que el gobierno local dé la versión de dichos hechos para tener una pieza más de este complejo rompecabezas y que cada quien saque sus propias conclusiones, es decir, que construya una verdad personal que le permita cerrar este asunto.
Las madres buscadoras y los colectivos de familiares de los más de 15 mil desaparecidos merecen un mejor trato, no una comedia chafa en la que ha convertido la autoridad local el caso Teuchitlán.
*Doctor en Educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]