Humanismo en las escuelas ¿cómo hacerlo?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

El término Humanismo, como concepto en aislado, ha sido tomado y utilizado en los años recientes como una bandera que se incrusta, forzadamente, en las propuestas educativas que se lanzan desde lo político. Pese a que hay de fondo una intención, no quiero creer que pose, de darle un toque de sensibilidad a los lineamientos que han de regir la forma de conducirse en el aula, lo único que se ha hecho es evidenciar que no se tiene la más mínima idea del sentido y significado que el Humanismo como enfoque dispone.
Sé que los filósofos y aquellos que provienen del campo de las Humanidades nos pueden dar una significación y caracterización clara, pero con una profundidad que no dejaría lugar o espacio para la duda; pero es un hecho que no han sido considerados para realizar tal tarea lo que resulta incomprensible, al mismo tiempo que representa, posiblemente, una aberración al ver que no hay un sustento en alguna perspectiva concreta. De hecho, tampoco se advierte un sustento que haya considerado el humanismo propuesto por Rogers desde la Psicología. De hecho, en ocasiones se hace referencia a él ligado a una noción de calidad en la educación, responder a las necesidades del contexto o, en el mejor de los casos, al desarrollo de habilidades socioemocionales.
Considerando el escenario social y la creciente dificultad que existe para establecer relaciones sociales adecuadas y enfocadas al bien común, me parece pertinente dirigir la mirada hacia el Humanismo que propone Emmanuel Levinas, en el que la ética juega un papel importante, aspecto que vendría bien trabajar en las aulas.
A diferencia del enfoque que se advierte en la propuesta de trabajo de las habilidades socioemocionales, que tiene afinidades con diferentes formas de concebir la ética en las que todo se centra en el individuo mismo, sin la necesidad de salir de sí, Levinas coloca al otro, el semejante, el compañero, como aquel que me lleva, y me obliga, a ser ético. Anteponer los intereses y necesidades del otro a los propios, nos lleva no solamente a entender la fragilidad y vulnerabilidad que sufre y acompaña a aquel o aquella que miro, también genera un deseo humano de apoyar y hacerse responsable de su vida, buscando formar sociedades cada vez más justas bajo un principio de igualdad.
En el aula, creando escenarios de sensibilización y de conocimiento mutuo, cada alumno y alumna podrían mirar la pobreza, el abandono, la sensación de soledad, la falta de afecto que sufre un otro con el que comparte un tiempo y un espacio, y, tal vez, las mismas circunstancias.
Bajo este modelo de Humanismo, el ser humano es realmente un ser social que concibe a los demás como parte de sí, de su vida, y que ante la desgracia o infortunio ajeno muestra un sentido humanitario, humanidad, por lo que tiende la mano para ser un apoyo y contención para el prójimo. Obviamente esta visión no concuerda o compagina con la idea de competencias, en cualquiera de sus acepciones.
Pese a que habrá, sin duda, cambios, reformas, adecuaciones, tengo dudas que en los modelos educativos subsecuentes pueda encontrar el nombre de Levinas al lado de la noción de Humanismo. Pero ¿no es una buena opción? Estoy convencido de que sí.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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