¿Estaremos listos para regresar?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

El tiempo sigue avanzando y el inicio del nuevo ciclo escolar, aunque haya cambios, cada vez está más cerca. Sin embargo, la incertidumbre y las dudas siguen presentes en todos aquellos que trabajamos frente a grupo. El Secretario de Educación habló en días pasados acerca del modelo híbrido, que Graciela Soto abordó acertadamente en un editorial anterior, que, lejos de dar certezas y tranquilidad, han suscitado mayores inquietudes y reflexiones.
Obviamente, como ya muchos lo han referido, está el problema de la infraestructura, pero no solamente hablamos de la desigualdad patente por la falta de infraestructura tecnológica en las familias y en las escuelas, sino también de la forma de garantizar el agua y el jabón en todas las escuelas de forma permanente, lo que implicará el trabajo conjunto con municipios y alcaldías, así como la realización de un gasto que no estaba presupuestado o contemplado en rubros oficiales.
No hay forma de garantizar condiciones materiales para que se puedan dar los procesos de enseñanza. La situación se complejiza aún más al recuperar la idea neoliberal de la masificación de la educación: con grupos de 50 o 60 estudiantes ¿se respetan las normas de sana distancia? No, definitivamente. Por otro lado, los modelos educativos a distancia han establecido que el número máximo de estudiantes que se pueden atender son 25, para dar una atención adecuada, lo que, irremediablemente, nos lleva a plantear una pregunta, dada la posibilidad de que algo así pueda ocurrir: en caso de que no hubiera condiciones para regresar a las aulas ¿cuántos alumnos se espera que pueda atender cada docente? En caso de que sí existan condiciones, la pregunta sería la misma.
Pero lejos de condiciones de infraestructura y recomendaciones pedagógicas, hay algo que genera mayor incertidumbre y que, irónicamente, poco tiene que ver directamente con los procesos de enseñanza-aprendizaje: ¿están conscientes las autoridades educativas de las dificultades que enfrentarán los docentes para garantizar los aprendizajes de los estudiantes? Y segundo, ¿estarán más preocupados por mostrar evidencias y cumplir con objetivos numéricos antes que implicarse en el logro de los objetivos educativos?
De hacerse evidente que no hay conciencia y sí una preocupación por demostrar, por intereses políticos o personales, que desde el cargo se dan resultados, se viene entonces un ciclo escolar con mayor carga burocrática y capacitaciones no interactivas forzadas, lo que demandará un mayor desgaste físico y el empleo de más horas del docente, no remuneradas, para cumplir con su encomienda social.
Es un momento difícil para todos, demos prioridad a lo importante y pongamos lo educativo por encima de cualquier otro interés. No estábamos preparados para la pandemia, así como tampoco para regresar en estas condiciones, pero seguiremos enfrentando con responsabilidad nuestra labor: no hay profesión más ética que la docencia, por lo que esperamos que nuestra labor, y nuestra voz, sea respetada y valorada como es debido. Así, y sólo así, estaremos listos.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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