El sentido de la educación bajo algunos cambios en el modelo pedagógico

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

En educación algo debe cambiar y muy pronto. Así lo han reconocido distintos teóricos de la educación. Sin embargo, ¿qué cambiar, para qué y bajo qué?
Ya Juan Carlos Tudesco reconocía la gran paradoja que encierra el campo educativo. Por un lado –decía– que mientras se piensa que desde la educación se generan las grandes contribuciones a los cambios sociales y estructurales, es afuera de la educación desde donde se generan los grandes cambios en el desarrollo del campo tecnológico, en el campo de la información y en la llamada inteligencia artificial, etcétera.
Es necesario que algo cambie en educación y pronto, muy pronto. Pero ¿cuál es el sentido del cambio?, ¿cuáles son los objetos de la transformación?, ¿cuáles son los fines y el rumbo de lo que se debe y se puede cambiar en educación?, ¿cuál es la justificación con relación a la pregunta para qué cambiar algo en educación?
En educación no se trata de cambiar el modelo actual, sino más bien se trata de cambiar algunos componentes y el funcionamiento del mismo. El modelo actual o el modelo vigente en educación, tiene una mezcla entre las aportaciones surgidas de los viejos constructivismos, junto con los aportes del llamado enfoque por competencias, hasta llegar a la pedagogía de los atributos o las capacidades de los sujetos. Actualmente estamos ante una especie de eclecticismo elaborado burdamente desde una postura pragmática, en lo que si sirve y lo que funciona. El actual modelo ya no está puesto en los fundamentos o incluso en una construcción de un sustento epistemológico. No, ahora se trata de pensar finalmente en lo que da buenos resultados, incluso al menor esfuerzo. Inclusive el sentido del cambio mismo deberá ser problematizado, de cambiar ¿para qué?
Pocas personas piensan que la educación es uno de los elementos más universales del desarrollo humano, existen sistemas prácticos y modelos en todos los países el mundo. La preocupación está colocada en dos grandes lugares:

a) En que los formadores sean exitosos e impactantes con su trabajo de enseñar a las nuevas generaciones, de convertirse en una especie como puente entre lo que sabemos y lo que está por aprenderse.
b) En darle un nuevo sentido a los nuevos aprendizajes. Que los sujetos de las nuevas generaciones adquieran conocimientos para toda la vida o lo que viene de ella. Los nativos digitales, las generaciones tecnológicas, los productores de la inteligencia bajo los nuevos formatos, nos llevan a pensar bajo un terreno en donde aparentemente ya sabemos todo y ya no hay cosas nuevas por aprender. Y así ahí en donde está el centro del debate, ¿cómo darle sentido a los nuevos aprendizajes que ayuden a los sujetos a trascender este presente galopante y en prospectiva adelantar acerca de las exigencias que están por venir?

Actualmente el sentido del cambio en educación no queda desligado de generar innovaciones apresuradas, sino de tener claridad en lo que debe cambiar para adelantar el futuro. Cuando se afirma aquí, que en educación algo debe de cambiar y pronto. Me refiero a este sentido anticipatorio, no sólo que el sistema o sus distintos componentes lean lo que está por venir. No, también que los sujetos comunes, alumnos y alumnas, niñas, niños y jóvenes, sean capaces de detenerse a pensar cuál es el sentido que tiene para ellas y ellos todo esto en donde están metidos, es decir, cuál es el sentido de la educación a la que asisten y de la que consumen todos los días y que es posible cambiar para mejorar la cosas.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com

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