El laberinto de la enseñanza

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Un laberinto pudiera definirse como un lugar o un espacio de difícil acceso y tránsito, cuya salida se coloca en un lugar distinto al de la entrada. Un laberinto también requiere un recorrido, el conocimiento del camino para buscar la salida. Sin embrago, todo es incierto y confuso. En un laberinto nada es predecible.
Lo anterior sirve a modo de metáfora para pensar la enseñanza a modo de laberinto o pensar a la enseñanza como un laberinto, junto con los laberintos de la enseñanza. La noción de recorrido, de trayectoria, es importante, junto con las decisiones que deberá tomar el sujeto para avanzar y para concluir.
La enseñanza es un laberinto y la enseñanza se mueve sobre la base de un contexto laberíntico, ¿qué significa todo ello? Los problemas de la enseñanza son situaciones que escapan al control y un escenario de control y prevención instrumental, por el carácter interhumano de la práctica y las acciones educativas, tanto el docente como las y los estudiantes a su cargo, actúan motivados por circunstancias impredecibles. El trabajo al interior de los ámbitos escolares se teje bajo una lógica cuya secuencia transcurre a partir de la negociación entre la intención y el propósito que siguiere el o la docente junto con los intereses, aspiraciones y expectativas de estudiantes. Entre ambas partes, pactan un trayecto, cuyo camino se vive con roles y tareas específicas. Es decir, se camina en el laberinto.
Todo ello sirve para trazar un laberinto y poder caminar sobre otro, de esta manera, los estudiantes responden casi siempre a partir de respuestas predecibles y automatizadas. El maestro pregunta los alumnos responden, el maestro da indicaciones para realizar una actividad los estudiantes realizan dicha actividad, el docente administra el tiempo de entrega de lo producido, los alumnos cumplen con la entrega del producto que generaron.
Un laberinto convencional tiene distintos pasadizos, hay otros que pueden tener entradas, pero no salidas, existen unos más que cuando entra el sujeto en cuestión de segundos se cancela la puerta de ingreso y sólo resta encontrar la salida posible y existen otros más, cuya trayectoria es a modo de espejos que confunden a las personas que lo transitan.
En todo laberinto se trata de saber entrar, pero, sobre todo, aprender a salir de los retos y desafíos que implica vivir un trayecto confuso lleno de interrogantes. Así, la enseñanza se define como una trayectoria de recorrido laberíntico, con una sola entrada y tal vez varias salidas posibles.
Enseñar es perderse en un largo laberinto en donde docentes y alumnos aprenden de manera conjunta a recorrerlo y a distinguir que dicho trayecto se encuentra, que se integra de imágenes, de preguntas y de desafíos para responder y saber avanzar.
Además, lo principal del laberinto no consiste en salir de inmediato, sino en aprender a recorrer los laberintos y caminos que lo integran, tanto de ida como de regreso. Por ello se sugiere permanentemente el pensar la enseñanza como un laberinto y no pensar el laberinto como una enseñanza.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com

Comentarios
  • María Catalina González Pérez

    Me parece interesante la metáfora del laberinto. La enseñanza no es un recorrido lineal, sería simple, seguro y hasta aburrido. La aventura de un laberinto invita a estar a la expectativa y a probar múltiples salidas. Idea a trabajar con mis estudiantes. Gracias Dr. Miguel Ángel. Saludos

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