El éxito

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

El éxito es la medida de la trascendencia. La industria editorial con sede en Sanborn´s promete fama y fortuna bajo recetas estrictas que se fundamentan en el poder de la sonrisa, la precisión de lo que se aspira y el entusiasmo como método y rutina de la existencia.
La transculturación de la lectura (si eso se admite) ha permitido la adopción de una fe secular en cuyo altar se inmola la egolatría cacofónica: el Yo como causa de todas las cosas. Hasta el cáncer se convierte en Disneylandia cuando el portador escenifica la coronación de su propia tragedia.
Mientras eso pasa, se practica el aforismo de tener para ser. Entre más grande es el televisor que se posee, más contundente el triunfo en la vida. El optimismo como costumbre derrota la estadística de la realidad: los secuestros, los asesinatos, la pandemia son distintas versiones de la indolencia de quien se opone al karma con el poder de la programación neurolingüística, de las florecitas de Bach, de la autosugestión invulnerable.
El emprendedor representa el canon de lo correcto y de lo deseable. El que persiste en una idea pese a los yerros, los retrocesos, la adversidad. Uno en un millón demuestra que tenía razón. El resto se pierde en el abismo del olvido y el desprecio.
El exitoso viste de colores claros. Recurre a afeites excesivos y a peinados moderados. Asume patrones y elige extravagancias razonables sólo para demostrar que en toda ley se admite una excepción.
Alimenta con lugares comunes una página de Facebook. Dicta consejos y responde toda clase de dudas. Es el oráculo digital de un mundo desvirtuado y virtual donde concurren adeptos, feligreses de la dicha, compradores de la despreocupación.
El éxito admite tutelas. Pastores de la gloria que pregonan profecías del bienestar y la opulencia. Y, por supuesto, discursos autocomplacientes, corolarios de sí mismos. Biografías de la hazaña e interminables recuentos –todos ellos omniscientes– de la fortuna.
Nunca el destino estuvo más comprometido. El éxito pertenece a la iniciativa privada. Se vende y se compra. Se trafica con la victoria como un valor adquirido en el supermercado.
Contra toda tendencia, Guillermo de Baskerville explica a Adso de Melk que la felicidad consiste “en tener lo que se tiene”. Tenía que ser medieval. Tenía que ser el personaje de una novela. Tenía que ser de Umberto Eco.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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