El docente como última posibilidad de educación moral

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Hace algunos años, el famoso filósofo Habermas y el ahora exPapa Joseph Ratzinger fueron invitados para presentar ponencias en torno a los fundamentos morales del Estado, de las que derivó un libro llamado “Entre razón y religión. Dialéctica de la secularización”. En la ponencia del filósofo Habermas, “¿Fundamentos prepolíticos del Estado democrático de derecho?” empieza abordando un cuestionamiento que, a mi entender, es una crítica para muchos sistemas políticos de occidente, o al menos aplica para países específicos como México. En el se plantea que todo Estado democrático, regido por diferentes normas, depende de tres factores para que pueda sostenerse: por lo religioso o por tradiciones autóctonas arraigadas en cosmovisiones o por tradiciones éticas que vinculen a la colectividad. Vemos aquí una gran dificultad, sino imposibilidad.
Los tres factores señalados son, lamentablemente, una experiencia de vida que no están viviendo muchos de los estudiantes, niños, niñas y adolescentes en el país, lo que haría complicado la regulación, me refiero a nivel personal no a la impuesta por el sistema, del comportamiento.
¿Se puede negar que hay una crisis en nuestro país, sobre lo referente a la forma de vivir la fe en una colectividad?, independiente de las creencias, la forma de vivir la fe y de los grupos o religiones a los que se pertenece, es un hecho que la mayoría de esas agrupaciones tienen de fondo formar a las personas con un fuerte carácter moral, bajo la premisa de lo adecuado, conveniente y humano de tener un comportamiento regido por este tipo de códigos sociales, lo cual, centrándonos en este punto particular, no sería cuestionable.
Con relación a las cosmovisiones, es un hecho que muchos grupos culturales o étnicos poseen, de igual manera, una serie de significaciones en las que los valores se encuentran en su esencia, expresados tanto en sus tradiciones como en la forma de vivir una experiencia de comunidad. Sin embargo, representan una minoría que además ha sufrido marginación y desigualdad.
Finalmente, en lo referente a las tradiciones éticas que vinculan la colectividad, es un hecho que estamos viviendo un momento en el que la ruptura del tejido social producto de la violencia y el creciente abandono parental, están lejos de brindar un escenario ético que propicie el vínculo social.
Ante este escenario referido por Habermas, la escuela se yergue, otra vez, como la única o principal opción formativa para muchos estudiantes en lo que refiere a este campo particular que pueden ayudar al Estado y al colectivo. Sin embargo, es claro que lejos de contenidos programáticos o temáticos, la principal forma de asimilar este tipo de formación sigue siendo el ejemplo, lo que hace a las relaciones sociales dentro de una institución educativa el elemento más importante y de mayor impacto social. Obviamente es un aspecto para reflexionar y debatir, pero interesante ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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