El deseo y la vida académica: camino sin final

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Desde el Psicoanálisis, todo deseo revela una falta y es al mismo tiempo la generadora de movimiento. Los deseos, quitando de ellos el elemento instintivo que puede ser común a todos, se impregnan y matizan de lo social, rompiendo así con su exclusividad natural, añadiendo entonces diferentes elementos sociales en su generación. El deseo es inevitable.
¿Siempre se desea lo mismo? Al realizar un intento aquí por señalar que el deseo es también propio de la edad, aunado a la eliminación del elemento inconsciente develado por todo psicoanalista, trataré de evidenciar que el espacio académico construye y genera diferentes deseos dependiendo precisamente de la edad y el rol que se tiene dentro del espacio educativo.
Así, trazando un camino longitudinal, un o una estudiante empezará deseando convivir y jugar con sus pares de clases en sus etapas iniciales formativas, lo cual podrá extenderse al nivel primaria añadiendo en la mayoría un deseo por adquirir conocimiento. Durante la secundaria, que va de la mano con la explosión de las hormonas y la adolescencia, aflorarán diferentes necesidades con base en el deseo, como podrían ser el vincularse afectiva, incluso físicamente con otras personas, así como el deseo de resaltar, por los motivos que sea, y captar de esta manera la atención de otras personas; el aprendizaje sigue siendo un deseo de algunos, pero no necesariamente de todos.
En la etapa de Preparatoria seguirá esta necesidad de vincularse ampliamente con otras personas, como pareja o como amistad, no reprobar, en algunos aparece el deseo de formar parte de una causa o lucha social y en otros surge la necesidad de trabajar, comúnmente por cosas materiales que se desean o por las carencias en casa de satisfactores básicos.
Con los que sigan a la Universidad y/o el nivel profesional, vendrá este reenamoramiento por el saber, especializado obviamente, concluir con los estudios, obtener el título y posteriormente una relación formal, familia y/o un trabajo que satisfaga las necesidades-deseos que se tengan.
Para quienes incursionan posteriormente en el campo de la docencia, los deseos se vuelven sumamente concretos y claros, sobre todo cuando hay una familia ya de por medio: obtener una plaza, mantener una plaza, basificarse, tomar un posgrado para incrementar ingresos, de ser posible conseguir un cargo mayor, evitar problemas con estudiantes o tutores y autoridades, algunos buscan destacar laboral o profesionalmente, dejar una huella en cada estudiante, tal vez fama, obtener un reconocimiento… y finalmente obtener un retiro y pensión dignas, después de todo este trayecto.
Volviendo nuevamente al Psicoanálisis, podemos ver como el deseo se mantiene siempre moviendo a una persona: colmar una falta abre la puerta al surgimiento de otra falta inmediatamente, no obstante, es claro que no todos los deseos se podrán cumplir, trayendo consigo una frustración que desplazará el deseo hacia otros puntos o buscará sublimarse de otras maneras.
Es importante también señalar que, como vimos en la película Soul de Disney, que por muy grande que sea un deseo, sueño o meta y pese al tiempo invertido en su consumación, el momento de colmarlo se vive intensamente, pero es efímero, por lo que surgirá entonces un nuevo deseo en turno. Las preguntas finales resultan obvias por tanto ¿qué deseo actualmente?, ¿es más fácil que logre mi deseo o que me frustre?, ¿qué haré ante ambas opciones?, ¿depende de mí? Piénsenlo.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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