El costo de la infraestructura: ¿quién pagará?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Son dos palabras que tienden a ir de la mano, costo-pagar. Lógicamente, tienden a ser conceptualizadas con una semántica que las liga a lo económico, sin embargo, tienen implicaciones y significaciones de mayor profundidad.
En el campo de lo educativo, ambas palabras se vinculan a otras tales como responsabilidad, impacto, futuro, proyecto, fracaso, gobierno, desigualdad, olvido, inversión, pasado, sociedad, política, infancia, en fin, varias, las cuales se conjugan y así generan una opinión, una crítica, una esperanza, una propuesta, párrafos de un texto o discursos, pero, lamentablemente, sólo algunas veces se traducen en hechos.
¿Por qué no contábamos, contamos, con una infraestructura que nos permitiera dar una mejor respuesta a la situación que estamos viviendo? Porque ha faltado, desde hace décadas, un proyecto con miras al futuro. ¿Quién tendría que haber invertido para tener una mejor infraestructura física y tecnológica en las escuelas? De entrada, el gobierno, pero también la sociedad en general ¿quiénes pagarán el costo de la falta de inversión? Las y los estudiantes de esta generación y de algunas de las siguientes.
La falta de infraestructura, además de abrir una mayor brecha social y acrecentar la desigualdad, puso en evidencia las carencias de otros sectores que no habían advertido su vulnerabilidad y su precariedad. Las clases o sesiones a través de las diferentes plataformas tecnológicas evidenciaron que el nivel y tipo de internet con el que muchas familias cuentan es insuficiente, tanto para docentes como estudiantes, ya que no se tiene el soporte o la velocidad para seguir, en tiempo, el curso de una sesión. Para aquellos que hacen uso de sus datos en el teléfono podía implicar un costo económico mayor conectarse diariamente; las familias con más de un hijo o hija en edad escolar en diferentes niveles debían contar también con un mayor número de dispositivos y espacios en casa para poder tener una relativa privacidad en su clase. Las y los docentes con hijos e hijas estudiantes tuvieron que ingeniárselas, encerrarse en un espacio literalmente, para poder atender e impartir contenidos a sus alumnos y alumnas hablando con fuerza para ser escuchados, escuchadas, mientras, sus propios hijos e hijas tomaban sus clases. El tipo de internet es, desde ahora, también un criterio para identificar la clase social a la que se pertenece.
Me atrevo a hacer una analogía, como final, probablemente tonta, pero creo yo pertinente: las ligas de fútbol de todo el mundo dieron por terminado su torneo, su campeonato en este año y, la gran mayoría, señaló que, dadas las condiciones, no habrá ganador. El ciclo escolar terminó para muchos hace dos meses, dadas sus condiciones de infraestructura tecnológica familiar, social o de comunidad, por lo que definitivamente, como en el fútbol, tendremos que decir que en este año no habrá ganadores, la mayoría habrá perdido, pagando así el costo de no haber invertido en educación por años. Es tiempo de corregir, invertir y mirar al futuro ¿alguien lo cree diferente?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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