Educar(se) en y para toda la vida
Miguel Bazdresch Parada*
Educar no tiene plazos. En términos amplios la educación de una persona inicia en el momento de su concepción y termina con la muerte. Dos temas son dominantes en los procesos educativos. Por una parte, lo que podemos llamar la construcción del sujeto y de manera complementaria la construcción del conocimiento.
El sujeto no se produce en un momento definido. Es un proceso constante y sufre retrocesos, estancamientos y avances según las acciones, actitudes y habilidades de la persona, sea para ser capaz de relacionarse con la realidad, dicho en sentido amplio y genérico, sea para bregar con otras personas con quienes se relaciona a través de múltiples interacciones. Por ejemplo, el o la bebé se construye como sujeto al empezar a caminar. Todas las operaciones mentales y físicas que debe aprender para pasar de “gatear” a caminar es enorme y le requiere de toda la capacidad disponible en su cuerpo–espíritu. Y aunque no lo pueda verbalizar con los hechos ese o esa bebe nos está diciendo ya soy sujeto caminante. Lo constatamos en múltiples relatos de los padres cuando comentan cómo al caminar por primera vez ya no quisieron dejar de hacerlo y caminaron hasta que se cansaron.
El caminar es una conquista del sujeto. Más adelante aprenderá conocimientos y dejará de ser alguien al que otros le hacen todo lo que necesita a alguien que ya sabe qué y cómo hacer para conseguir lo que quiere o para obedecer las peticiones de sus padres. Por ejemplo, en el proceso de aprender a comer, poco a poco, relaciones de por medio, se dará cuenta -conocerá- las funcionalidades de los diferentes enseres requeridos para comer y lo mejor, disfrutar de la comida al conocer los sabores diversos.
Así, igual, las personas aprendemos todo lo que la escuela nos ayuda a aprender, mediante el avance en construirnos como sujetos, cada día con mayores y mejores saberes, y construir el conocimiento para vivir en esta tierra y en medio de las instituciones y lugares donde está y estará viviendo.
Ahora bien, la educación domesticadora, aun frecuente en muchas escuelas y familias, le cuesta mucho aceptar que un niño se vaya construyendo sujeto conocedor, pues son procesos difíciles de realizar mediante cánones de comportamiento y acciones y actitudes entronizadas como las necesarias para aprender. Si somos sujetos y no cosas, aprendemos según nuestro esfuerzo personal por construir-nos y nuestro proceso de conocer lo que, hasta antes de ese proceso, ignorábamos. Lo verdaderamente importante está en el acompañamiento de padres, madres, profesores, profesoras, compañeros y compañeras, a fin de hacerle (hacernos) ver aciertos, desvíos, avances y retrocesos, acciones útiles y acciones inútiles o caprichosas, todas necesarias para construir un modo de ser. Es decir, pasar de actuar por protocolo para actuar, pensar y decidir con sus propias fuerzas interiores que comunican a todos “quien soy”, no sólo que hago. Si se aceptan y respetan estos procesos de construcción del sujeto y del conocimiento, los estudiantes (desde párvulos a doctorado) sabrán aprender por sí mismos y aceptarán las sugerencias, indicaciones y mandatos de sus educadores; y éstos aceptarán sus productos como pasos de un proceso cuya duración será de toda la vida.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx