Discriminación: fantasía de superioridad y falta de ética
Marco Antonio González Villa*
¿Qué hace a una persona pensar que por un rasgo físico o social es mejor que otros? Es sólo una idea, una creencia, una fantasía, un imaginario… La historia de la humanidad es el recuento de las formas en que diferentes personas y grupos han sufrido discriminación y violencia debido al color de su piel, su credo y creencia de fe, su linaje, su clan, su nivel de desarrollo económico y/o tecnológico, su nacionalidad, la fuerza física, en fin, sobraron motivos para imponerse y someter a otro al que podría considerarse prójimo, semejante o hermano, pero no ha sido así. Las personas que se consideran superiores han sido un cáncer que nos ha impedido crecer como sociedades justas y en equidad.
La historia de las guerras, de las revoluciones, de los movimientos sociales, siempre trae de fondo el tema de la lucha por la igualdad, por el respeto a los derechos civiles, los derechos humanos; así, a manera de ejemplo, podemos referir a la búsqueda de la igualdad y la eliminación de la pobreza como unas de las causas de la Revolución Francesa, o el reconocimiento de los derechos de indígenas y campesinos como bandera de varios caudillos en la Revolución Mexicana y en el movimiento Zapatista, o la eterna lucha de los afroamericanos por recibir un trato digno y respetuoso en demandas de Martin Luther King o Black Lives Matter por referir algunas voces.
En el entendido de que este problema se presenta en todo el mundo, es claro que México es uno de los países en donde la discriminación es una práctica común hasta el punto de haberla erróneamente normalizado y aceptado por la mayoría de las personas. Así coexisten las personas que se asumen superiores y la gente que acepta su mal asumida condición de inferioridad. Es una enseñanza que se brinda desde la infancia y de la que pocos pueden escapar ya que se vincula a una pseudoautoestima y a una autoestima baja.
El problema siempre ha sido la ausencia de la ética que propicia la falta de reconocimiento de sí y de los demás, así como el trato digno a sí y los demás. La falta de ética propicia la objetivación y maltrato de las mujeres, la inequidad de oportunidades, acuñar frases tales como “sí merezco abundancia” que en realidad son bandera de la clase política, la pobreza, el derecho de admisión, el bullying, las clases sociales, impunidad, corrupción, escuelas no dignas, la soberbia, etcétera.
Todos somos iguales, nadie tiene un valor mayor que algún otro, ¿cómo enseñar a las futuras generaciones a querer y respetar a los demás y a sí mismo?, ¿cómo enseñarlos a ser éticos?, éste tendría que ser el objetivo principal de todo proyecto educativo, ya sea escolar o familiar. No será posible mientras haya quienes se crean superiores. Tarea difícil ¿verdad?
*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx