Disciplina y autorregulación: un mal entendido

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Cuando se habla de personas exitosas, al menos en el mundo económico y deportivo, suelen emplearse las palabras disciplina, esfuerzo y constancia como elementos sobre los cuales se construyeron sus logros, por lo que aparecerán sí o sí. De las palabras esfuerzo y constancia no creo que exista duda alguna o confusión en torno a su semántica, pienso que es clara, pero la palabra disciplina creo que no tiene una claridad que permita su comprensión y asimilación con facilidad, sobre todo porque tiene implicaciones distintas de acuerdo al contexto en el que se refiera, teniendo connotaciones tanto positivas como negativas.
Retomando el campo de lo deportivo, ser disciplinado refiere a tener un compromiso significativo con la actividad realizada, tenido orden, respeto a las reglas, ligado, como ya referí, al esfuerzo y la constancia, dando un plus de tiempo y dedicación, regulando incluso su alimentación, que al final resultan en el reconocimiento de los demás. Difícilmente se habla en el deporte y en los negocios de alguien que, sin ser disciplinado en los términos previamente referidos, haya logrado el éxito. Hay una evidente autorregulación de y en este tipo de personas.
Sin embargo, en el ámbito familiar y educativo, la disciplina se relaciona con el establecimiento de límites, con la implantación de reglas, con la regulación del comportamiento por un agente externo, desde una exterioridad, buscando el control, como tema del que Foucault se regocijaría en hablar: en algo que poco a poco ha sido significado de forma negativa.
La disciplina se asocia, erróneamente la mayoría de las veces, a modelos tradicionales de educación, rígidos, que violentaban de alguna manera a las personas, que niega la individualidad, la subjetividad, coartando la libertad, en pro de la homologación y que no se pierda la jerarquía y el poder de aquellos que son responsables de cada nueva generación. Vista así desde una óptica social, con mira política y no necesariamente educativa y/o formativa, la solución dada para no vivir esta forma de disciplina fue simple: se ha empezado a eliminar, por lo que las escuelas y las familias han empezado a no disciplinar a niños, niñas y adolescentes; junto con esa medida, llegó una presuposición que establece que en algún momento todos los menores tendrán la posibilidad y capacidad de autorregularse, pero no es lo que muestra la realidad.
La disciplina, en cualquiera de las dos visiones aquí mostradas, busca que la persona tenga la capacidad de autorregular su comportamiento, considerando, en la segunda versión, la ayuda o formación inicial externa para lograrlo. Para la Psicología, minimizada en muchas ocasiones desde la ignorancia, la disciplina siempre tendrá un elemento formativo esencial y estructurante en las personas, como ley en el Psicoanálisis, como fortalecimiento operante en el Conductismo, como establecimiento de límites en teoría de Sistemas, como regulación primero social y luego personal en Vygotski o como estimulación de la corteza prefrontal en neuropsicología. Así que parece que sólo hay un malentendido en la forma de concebir la disciplina, teniendo en cuenta que dispone de un sentido y beneficio social, no natural, que necesita precisamente de su formación e incentivación externa al principio y ya con la madurez, cronológica y cognitiva, cada persona podrá regularse de forma consciente. Probemos, demos estructura nuevamente a la sociedad y las nuevas generaciones, puede ser un camino al éxito para muchos y no sólo unos cuantos. Puede ser ¿no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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