Deportes digitales

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Los deportes televisados son la versión sedentaria de la contemporaneidad, donde no hace falta pelear contra leones ni defender el territorio contra tribus enemigas. Basta la simpatía por un equipo para sublimar una derrota.
El control remoto exorciza los riesgos. Permite oscilar entre la goleada inminente y una película a medias. Las repeticiones en cámara hiperlenta confunden una agresión artera con una caricia meliflua. En el VAR, los jueces digitales conceden premios de paz a quienes fracturan intencionadamente una tibia.
La expectación de los deportes a distancia permite la sucesión de partidos en todos los continentes sin la necesidad de bajar de peso. La única sudoración que ocurre es debida a la inmovilidad de la nuca en la almohada.
El equipo con mayores hinchas no es el que pertenece al terruño sino el que viste camisetas mejor diseñadas. La aldea global fomenta la preferencia a un club con el que no se comparte el idioma. Ni siquiera la filosofía de juego. Con once defensores que renuncian a la aventura de ganar a cambio de la mediocridad de un empate, los torneos internacionales también homologan ideologías. Entre un camboyano y un boliviano la uniformidad se da por irle al Real Madrid. Ganar aunque se juegue feo. Cantar victoria en hermandad madrileña aunque no haya recursos para pagar la renta. El festejo en La Cibeles se palia a diez mil kilómetros con papas fritas y un refresco de cola.
Los deportes por tv representan el recurso ideal para la obesidad mórbida y una interacción abstracta con la civilización en estado de coma. No es coincidencia que los patrocinios para los mundiales provengan de la comida rápida y las bebidas alcohólicas. Alguien sobrealimentado y ebrio saborea mejor las pugnas de la existencia donde los afortunados siempre humillan a los perdedores. El portero de Argentina exhibió de forma fálica el trofeo de campeón ante millones de sedentarios indiferentes. Lo que demuestra que los televidentes terminaron tan agotados después del partido que no tomaron a mal la vulgaridad del protagonista.
La evolución de nuestra especie apunta hacia una existencia virtual. Donde las personas sean avatares y su existencia, apenas una historia en Facebook que merezca algunos (tampoco tantos) “likes”.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

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