Deporte y educación

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Disciplina, tenacidad, arrojo y perseverancia son ingredientes indispensables para un deportista. No son muy diferentes a los necesarios para aprender y educarse. En estos días de olimpiada es evidente la aplicación de esos elementos en los diferentes deportes en cada demostración de los atletas. Desde luego se añade en las crónicas la dosis necesaria de esfuerzo personal lo cual coincide con la constante petición de los maestros a sus alumnos por aplicarse, pues aprender requiere una dosis de esfuerzo, a veces grande. No obstante, el sólo esfuerzo no es garantía, tal como vemos en algunas de las participaciones de atletas mexicanos, muy esforzados y a la vez poco triunfadores. Desde luego no por eso reprobados o rebajados. Las pruebas son para demostrar qué y cuánto aprendizaje has realizado. No para reprobar. Sólo para indicarnos la distancia a la meta.
Es en la vida y sus diferentes actividades donde están presentes los retos y las demandas de la realidad. Un deportista no sabrá nunca cuánta es su capacidad, habilidad, actitud y conocimiento de su disciplina, y del mundo del deporte, hasta cuando se enfrenta a una competencia con otros, la cual, en el fondo, todos sabemos, es una competencia con nosotros mismos.
Para los formadores y educadores la cuestión mostrada con claridad en el deporte plantea interrogantes fuertes en relación con nuestras prácticas educativas. La más obvia es el examen. Sea el antiquísimo sistema de un conjunto de preguntas a responder por los estudiantes en un momento dado del proceso, sea por el examen cotidiano solicitado por el profesor en forma de tarea a realizar en el salón, una vez explicada la materia, o las tareas para la casa. O cualquier otra forma usual. La primera cuestión es ¿las preguntas del examen, de la tarea o del concurso, plantean un reto o sólo una repetición del libro o de la explicación?, ¿proponen una ejercitación de algo aprendido o una aplicación a los retos o problemas del mundo real?
Otra interrogante es por la articulación de las todavía diferentes materias, casi compartimentos aislados. Los retos, aplicaciones y usos del aprendizaje, por sencillo y elemental que sea, cuando lo exige la situación real de la vida, no pregunta por una “materia”. Propone un problema o una aplicación integrada del aprendizaje. Por ejemplo, saber cruzar de un lado a otro del arroyo de una avenida o calle requiere de “varias materias”, y no de manera aislada cada una, sino de lo que todas juntas nos informan sobre cuándo, con cuál criterio, con cuál atención a qué, y con cuáles riesgos se puede decidir cruzar o no la calle o avenida. Bueno, dirá el profe experimentado, cruzar no se aprende en la escuela, Sí eso no está en los programas de la SEP. Sin embargo, sí está en la vida cotidiana y es un escenario de articulación de aprendizajes que sí se proponen en la escuela, o al menos, debieran estar. Otros ejemplos cuya actuación pide articulación de materias: Conversar, preguntar, compartir, presentar dudas o desacuerdos, examinar juntos algo, convencer, convivir y más.
Todo eso lo podemos ver “de bulto” cuando un deportista se presenta a competir y ejecuta la rutina necesaria para triunfar o al menos para sentirse satisfecho. Aprendizaje y desempeño son dos caras de una misma actividad: Vivir.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

Comentarios
  • JUAN RICARDO RIVERA CARRILLO

    Muy interesante la disertación, sobre todo cuando lo lleva a la realidad, a esa articulación de aprendizajes. Queda claro que en la escuela no siempre existe dicha situación quizás porque el profesor no tiene una visión más amplia, debido a su formación exclusivamente normalista, pero eso no le impide “salir” y derribar muros que le permitan conocer otras acciones.

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