Dedos

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

En los Locos Adams, “Dedos” es un personaje singular: se trata de una mano sin cuerpo que la sostenga, capaz de moverse a voluntad. Se comunica a señas, se desplaza con las yemas y demuestra un afecto incondicional hacia los miembros de la familia.
Es un personaje fantástico que simboliza la peripecia evolutiva de los dedos. Lo que en otras especies sirve como parte de la locomoción, en los primates permite la elaboración de herramientas. La inteligencia se asocia con la destreza de los dedos.
Los dedos abarcan un amplio espectro de posibilidades concretas, desde tomar un lápiz para escribir un poema hasta sacar un moco de la nariz. Sirven para infligir cosquillas a otros y para señalar una estrella.
Aunque existen lenguajes complejos de señas con que los mudos pueden comunicarse, basta un poco de creatividad para construir ideas a través de la articulación de las falanges. Los dedos son vehículos expresivos y conductores eficaces del sentido del tacto. Permiten mapas mentales mediante el roce de las cosas. Distinguen texturas y formas, tamaños y estructuras. Los artistas plásticos requieren de su refinado adiestramiento y los amantes, de su delicada ternura.
Los dictadores apuntan con los dedos, amenazan y advierten. Ni Hitler ni Mussolini habrían sido lo mismo sin las manos, sin sus dedos enfáticos capaces de una comunicación paralela a sus palabras, a veces entrecruzada para subrayar, extender, ampliar lo que la voz no alcanzaba. Los dedos representan la versión gráfica de la voz, lo que la voz no puede demostrar, con la imagen.
Los hipnotistas entrenan los dedos para dormir a los otros. Los magos ocultan y revelan, aparecen palomas con sus dedos misteriosos. Los niños rodean su oreja con el índice para decirle a los otros que están locos. Sí están, si ellos lo dicen.
Los dedos pueden imitar un arma para jugar a policías y ladrones. Pueden contar hasta el diez. Saludar de lejos y de cerca. Rezar si están juntos y alineados, con las palmas gemelas. Pueden persignar y bendecir. Retirar y acercar. Acicalar. Rascar, sobar y lastimar. Los expertos en artes marciales saben cómo y dónde dañar a otros con los dedos.
Los dedos son soldados obedientes, feligreses rutinarios, alumnos destacados.
Con el tiempo se amargan y se deforman. Se quejan de las cosas que antes les entusiasmaban. Agarrar un vaso un día resulta una tarea dolorosa. Los muertos parten al más allá con los dedos entrelazados sobre su pecho; vuelven por fin al sitio que un día les correspondió: cerca del corazón, amontonados como una sola cosa.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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