Debates, pobreza y educación

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Este martes pudimos presenciar, afortunadamente, el fin de los debates entre los candidatos presidenciales, por lo que ya podremos ahorrarnos presenciar un lamentable ataque entre personas en cadena nacional, donde las acusaciones de corruptos entre ellos es una triste y preocupante constante. El debate era relevante no sólo por lo mediático, sino porque algunos de los temas que se trataron tienen una relevancia para el país por las implicaciones que tiene para el futuro inmediato, es decir, los próximos seis años: la educación y la pobreza.
Muchos de los discursos ofrecidos se escucharon similares a los de hace seis y doce años, de hecho, por lo que se observa un incumplimiento de las promesas de campaña pasadas; de hecho el presidente, horas antes, acaba de reconocer que no podrá cumplir con todos los compromisos que hizo con la gente, pero, señala, espera ser recordado por los que sí cumplió y no por los faltantes, lo cual seguramente no pasará para su desgracia.
Pero volviendo al tema de la educación y la pobreza, seguimos escuchando un interesante malentendido en cuanto a la forma de entender el papel social de la educación, donde se establece qué cambios en lo educativo redituarán en cambios en lo social, lo cual, históricamente no ha sucedido.
A partir de que la UNESCO decretó en 2002 la Década de la Alfabetización, es un hecho innegable que se ha reducido el analfabetismo en el país, pero eso no trajo ningún tipo de mejoría social o económica para las poblaciones más desfavorecidas del país. A partir de que se decidió atacar el rezago educativo, con políticas resultadistas que no consideran la importancia del aprendizaje en realidad, hemos observado un ligero incremento en el promedio de la escolaridad de los mexicanos, pero el escenario socioeconómico sigue siendo el mismo o, es incluso peor. Se crearon escuelas de tiempo completo, que reduce el tiempo de interacción con la familia y se han evaluado los docentes y sometido a concurso las plazas y aún no vemos los cambios sociales prometidos, ni uno solo. Resulta incomprensible entonces que nuevamente aparezcan en la voz de los candidatos esta fórmula fallida.
Pero ya no los veremos juntos nuevamente y ahora sólo resta esperar al ganador con la esperanza de que sus promesas sean cumplidas y que su enfoque sea el adecuado para todos. Necesitamos, como prioridad, que la pobreza y la educación sean atendidas, solamente le pedimos, sugerimos, algo simple: primero tenemos que cambiar el escenario social. ¿Por qué será tan difícil entenderlo?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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