De la violencia social a la violencia escolar: los riesgos del monstruo de mil cabezas

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

La violencia social sigue avanzando de manera invisible y amenaza la vida de muchos de nosotros. Sin tocar los hogares se ha colado hasta la cocina de nuestro sistema, ha penetrado en las conciencias de mucha gente, de hombres y mujeres comunes, se ha apropiado de los cuerpos y sus acciones. La violencia social y escolar es un cáncer, un monstruo de mil cabezas que acecha la vida de miles de personas, la violencia se está tornando en una anti-cultura que disputa y de-construye a la otra; a la verdadera cultura civilizada que se define al vivir y relacionarse civilizadamente, la violencia se apropia, se posiciona, se adueña de nuestros actos y de nuestras subjetividades.
Beck nos dijo hace muchos años que “vivimos en una sociedad del riesgo”, Bauman nos persuadió sobre “la modernidad líquida” y Bourdieu nos aportó acerca de las trampas y los riesgos “de la reproducción social”; hoy estos y otros factores su juntan y se articulan, comenzamos a vivir en una sociedad en riesgo que se comienza a salir de control. Ni el Estado, como máxima instancia jurídica-política, ni los organismos de la sociedad civil, ni tampoco las agencias gubernamentales o empresariales, tienen claro –hoy en día– la dimensión del problema, las desapariciones de jóvenes, los anuncios escandalosos de algunos personas encontradas muertas, los secuestros, las extorsiones, las desapariciones forzadas, etcétera; todo esto forma parte de una matriz articulada, el clima de violencia y la cultura del terror comienzan a ganarle la batalla a las propuestas basadas en el fomento de un desarrollo ciudadano.
Las propuestas encaminadas a conformar una convivencia sana y respetuosa están comenzando a ceder su paso ante esta amenaza latente que pone en peligro todo y que genera un clima de miedo colectivo y de paranoia social. Todos estamos expuestos, a todos nos puede pasar. La violencia es un fantasma que nos persigue por la noche y nos despierta sobresaltados muy de mañana.
En la contraparte está el trabajo educativo como un ejercicio constructor y edificante, a los expertos en asuntos sobre violencia les ha hecho hasta proponer y profundizar en una serie de estrategias y propuestas de intervención pensadas en recomponer el tejido social institucional y escolar, hoy fuertemente amenazado y deteriorado.
En la esfera del poder al interior de las agencias de gobierno, existe un temor latente, poco publicitado y una incapacidad por conocer la dimisión del problema y por encontrar caminos alternativos o rutas de acción que provengan desde los márgenes del mismo sistema y que nos permitan actuar, ya no digamos prevenir (esto ya no es posible) pero si intervenir a tiempo adecuadamente.
La violencia es también una respuesta desesperada producto de la crisis y de las injusticias e inequidades sociales, pero hoy se nos presenta con un rostro y con unas manifestaciones inéditas.
¿Qué hacemos los que estamos en educación? ¿En qué consiste la propuesta educativa surgida de la SEP y SEJ, para contrarrestar la violencia y sus riesgos colaterales? ¿Cómo educamos en contra de la violencia y por una convivencia sana y respetuosa? ¿Son adecuados los programas, las propuestas, las acciones los perfiles docentes que trabajan al respecto? Me parece que no, el problema comienza a rebasarnos. Recuerdo aquel artículo de la revista argentina Novedades Educativas, “En mi escuela pasan cosas muy raras pero ¿quién se hace cargo de ello? Así y de igual manera, en la sociedad en la que vivo están pasando cosas muy raras ligadas con la violencia pero, ¿quién se está haciendo cargo de ello?
Parece que la amenaza comienza a asfixiar al propio sistema, es necesario hacer algo, pero, ¿qué se puede hacer? Me parece que deberíamos comenzar en conocer “el tamaño y la dimensión del problema” para de ahí pasar a plantearnos, ¿cuál será “el tamaño de las soluciones” y pensar que todo esto no se reduce al asunto de las cuantificaciones?
El dispositivo pedagógico debe operar de tal manera que neutralice primero y despliegue después una serie de acciones, mecanismos y rutas de relación que permitan sanear el actual estado de cosas. Se dice, de igual manera, que es mucho más complejo actuar en consecuencia, pero por algún lugar debemos iniciar.
¿Qué hacer?, ¿por dónde empezar? Nos decía el gran maestro Lenin. Las preguntas son sugerentes hoy en día para pensar y actuar en torno al clima de violencia el cual todos estamos padeciendo. ¿Qué hacer, por dónde empezar?

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

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