Cuando el rock y los jóvenes fueron silenciados

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Mirar, desde una perspectiva sociológica, la década de los sesenta siempre ofrecerá encontrar diferentes aristas desde la cual se puede leer lo que allí aconteció. En México, de manera particular fueron años en los que la juventud se tornó protagonista de lo social, teniendo principalmente en la música rock una balsa sobre la que pudieron navegar. Vimos entonces a César Costa, Enrique Guzmán, Angélica María y varios grupos y solistas más tomar las pantallas de cine y televisión, así como los micrófonos de las estaciones de radio. El resto de los jóvenes tomó las pistas de baile, las calles, las escuelas y sus voces se escucharon con fuerza. Lamentablemente todos sabemos cómo terminó esa historia en el 68. Por eso se hizo necesario tomar medidas cautelares para poder contener y controlar a ese grupo de la población en la década siguiente.
De esta manera, los setenta tuvieron un escenario distinto. Se presentó una explosión demográfica que hizo crecer la franja urbana de la Ciudad de México, llenando de colonias su periferia y frontera con el Estado de México. Para que Echeverría pudiera pagar parte de sus culpas y mostrarse como un defensor de la educación y de los jóvenes, ligado a una respuesta necesaria al crecimiento de la población, se crearon los CCH con la cual obtenía dos ganancias a la vez: silenciar las críticas y suspicacias de la población, por un lado, y dispersar las instituciones de la UNAM construyendo planteles no tan cercanos a Ciudad Universitaria, por otro.
Sin embargo, su espíritu controlador y represor no pudo ocultarlo mucho tiempo: en septiembre de 1971, casi 3 años después de la tragedia del 68 y a tres meses de la matanza del Halconazo de junio, se llevó a cabo un concierto de Rock en Avándaro que no fue de su agrado y entonces, prácticamente fue prohibido éste género los años restantes de su sexenio, lo cual se extendió durante el gobierno de López Portillo. Tal situación la vivieron también países sudamericanos que se encontraban en ese momento bajo regímenes militares, con los cuales, en algunos aspectos, no guardábamos mucha diferencia.
Vimos entonces a baladistas, a cantantes infantiles y a grupos de adolescentes con letras tiernas y simples como los nuevos protagonistas. El rock y sus jóvenes seguidores quedaron marginados a la clandestinidad de los hoyos fonqui, por lo que lo subterráneo y el naciente grupo de los chavos banda, perseguidos y catalogados como delincuentes durante varios años, podían entonar sus canciones solamente en la periferia precisamente, no en el centro de la gran ciudad.
Poco hablaron los medios de comunicación en ese momento sobre estos hechos, algunos porque fueron reprimidos de manera agresiva y directa, otros, simplemente por conveniencia se alinearon con el ejecutivo.
Hoy la tecnología hace imposible poder callar por completo a un género musical, pero las agresiones hacia los jóvenes se siguen presentando. Afortunadamente, y pese a todo, a ellos tampoco se les puede callar ya. Es un logro ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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