¿Cómo mejorar las prácticas de lectura al interior de las Universidades?
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
En estudios recientes se ha reconocido como parte de los hallazgos, que generan los mismos, que estamos ante un escenario en donde cada vez se lee menos, sobre todo, en el sector de jóvenes en la población universitaria. Los jóvenes cada vez leen menos textos convencionales y leen distinto debido al acelerado auge de los formatos audiovisuales y al uso cada vez más frecuente de aparatos tecnológicos, todo ello hace que se haga más evidente dicho fenómeno.
Pero lo novedoso del asunto es que no son sólo los jóvenes, son los que no leen o que leen muy poco, que no comprenden lo que leen, que no son capaces de hacer inferencias a partir del material lo leído, etcétera, sino también en el seno de las universidades hay también un alto nivel de responsabilidad de la plantilla docente al no ser capaces de animar a los jóvenes universitarios a la lectura crítica y también de la propia estructura institucional de cada Universidad.
Todo ello nos lleva a pensar que el problema es global e involucra a varias instancias y no sólo se debe particularizar en los sujetos en formación. Coincido con esta visión, un tanto sistemática y una realidad compleja, los jóvenes de hoy ya no leen como se leía antes y las universidades, poco han transformado sus formas de atención al alumnado para resolver dicha realidad y verla como área de oportunidad. Se requiere de una manera igualmente global, una propuesta ambiciosa que involucre a todos.
El asunto es grave en sí mismo, el tema de la lectura junto con el acto de escribir o como también se le define, como un proceso dual, lecto-escritura es de uno de los asuntos más estudiados en nuestro país. Los estudiantes de magisterio tienden a privilegiar como un primer tema para la elaboración de su documento recepcional o un trabajo de titulación dicha temática. Tenemos también algunos expertos que se han especializado en este campo de conocimiento y, sumado a todo lo anterior, también contamos con algunos hallazgos y tendencias internacionales; pero aun con todo ello el problema persiste. Los estudiantes universitarios leen muy poco y las universidades no han sido capaces de transformar su estructura para garantizarlo a partir de crear un mejor clima de trabajo y un ambiente que facilite la lectura instruccional, así como la lectura de textos literarios y especializados. ¿Qué hacer ante todo ello?
El problema no se soluciona a partir de pensarlo con ocurrencias o con ideas sacadas desde el sentido común, el problema mueve a toda la estructura del sistema educativo nacional. Para ello necesitamos partir de hacer un inventario para saber con qué contamos para enfrentar dicha problemática.
Y contamos con muy poco, no sólo son recursos materiales, también se trata de tener ideas maravillosas, inventiva e imaginación y una serie de recursos simbólicos para la acción educativa. Partimos de reconocer que la sociedad ha cambiado estructuralmente y que se han reconfigurado las prácticas asociadas a la lectura y a la interacción de textos instruccionales y al consumo de libros como artefactos culturales. En la contraparte, tenemos la propagación exponencial de aparatos electrónicos, celulares inteligentes, tabletas, etcétera.
Las principales propuestas tendrían que venir a partir de desmantelar todo lo que estamos haciendo mal, para instalar los nuevos dispositivos de acción y de relación al interior de las prácticas lectoras. Proporcionar otro tipo de textos, más amigables y que se trabajen a profundidad en el aula de clases, entornos escolares favorecedores. ¿Qué más se puede hacer? Toda Universidad pública o privada debe diseñar una propuesta global que permita animar la lectura y que se articule a una lectura que deberá surgir de algún espacio legitimado.
La lectura y la escritura deben verse como componentes transversales que atraviesan toda la vida escolar y universitaria. ¿Cuándo comenzamos?
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com