Comerciales políticos: ¿invirtiendo en lo importante?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

El siglo XX abrió un mundo de posibilidades a todas las marcas comerciales para poder publicitarse a un grupo de consumidores mayor: los periódicos fueron un espacio en el que, a través de impresiones, la gente podía recibir propaganda de diferentes consumibles, años después fue la radio en donde diferentes patrocinadores se convirtieron, hasta la fecha, en el sostén de la programación. Llegó entonces el turno a la televisión y entonces las posibilidades de ofertar un producto han crecido no sólo de manera exponencial, sino también porque la creatividad de los productores de comerciales nos ha permitido observar verdaderas genialidades que generan emociones y despiertan un sinfín de sensaciones en los espectadores.
Las grandes marcas comerciales no han escatimado en gastos desde entonces para que la gente pueda recordar gratamente la forma en que se les presentó un producto y así pueda incrementar sus niveles de venta. Décadas después aparecieron las computadoras, después el internet, posteriormente los teléfonos inteligentes y así se encontró un medio omnipresente para poder ofertar mercancías y tener a los posibles compradores cautivos en tiempo completo.
En la actualidad, en este preciso momento, todos podemos traer a la mente un comercial que hayamos escuchado o visto que ha sido de nuestro agrado y que incluso, en el sueño de todo publicista, nos gusta verlo o escucharlo repetidamente. El fin de los comerciales siempre ha sido lograr que la gente compre un producto y pelear con la competencia, lo cual es totalmente justificable si se considera el modelo económico vigente y si se emplean recursos económicos puestos por las mismas empresas.
Sin embargo, cuando los recursos empleados no son propios debemos cuestionar y señalar estas prácticas si con ello se perjudican a miles de personas en un país. En el caso de México, para variar, encontramos que los políticos destinan una gran cantidad de recursos económicos con los cuales pagan comerciales cuyo fin es éticamente cuestionable. Cuando tenemos aún a cientos de damnificados del temblor del 19 de septiembre sin un techo, cuando tenemos a millones de compatriotas sumidos en la pobreza extrema, cuando infinidad de escuelas no disponen de una infraestructura que les permita obtener el apellido de “dignas”, cuando no se invierte en Universidades para ampliar su matrícula, entre una gran cantidad de razones válidas más que podemos señalar, resulta incomprensible e insultante que se destinen millones de pesos para publicidad de la imagen presidencial, o en comerciales para promover la Reforma y el Modelo Educativo o para que los partidos políticos ocupen dinero de todos para realizar comerciales en los que se ataque, se burlen, difamen o desprestigien a un contrincante de una contienda, entre otros motivos banales en lo que a mercadotecnia se refiere.
Viendo el despilfarro y mal empleo de los recursos que muestra el sector político, bien podrían crear una iniciativa que prohíba el uso de recursos para un rubro de publicidad si el país presenta necesidades de mayor importancia, lo cual podrá suceder cuando tengan realmente una preocupación e interés por los problemas que aquejan al país. Finalmente, no son comerciales que nos gusten a todos, bien podríamos prescindir de ellos ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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