Aquel 13 marzo de 2020. El día en que nos fuimos y ya no regresamos

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Ese día salimos de la escuela en el horario de cada quien, era viernes o martes que importa ahora el día, la autoridad política estatal dio la orden tajante: “estamos en un momento de contingencia grave, se suspenden las clases hasta nuevo aviso. Vamos a adelantarnos al gobierno federal”. No sé si el anticiparnos sirvió de algo. Así es que, si alguien dejó café preparándose, tasas sin limpiar, papeles importantes, trabajos de los alumnos, objetos personales o cualquier otra cosa, no pudieron recogerlos hasta muchos meses después.
Han pasado 4 años de aquellos días difíciles, la pandemia por COVID-19 ha sido uno de los fenómenos globales más impactantes. La humanidad toda, nuestro país, nuestro estado y nuestro hogar se vio en serio peligro. No tengo datos a la mano de las miles de personas que murieron, algunos estaban en los hospitales y nunca más volvieron a tener un vínculo con sus familiares, también entraron ahí, para no volver.
Personal del sector salud: enfermeras, médicos, camilleros, etcétera. Muchos de ellos también murieron. La muerte llegó por una vía poco esperada y, ahora el recuerdo a la distancia, nos sirve sólo para reconstruir lo que pasó en ese año difícil.
A la distancia, y después de cuatro años y en donde todo ha cambiado, en educación hemos tenido acceso a tres grandes lecciones:

a) Las opciones a distancia, virtuales o basadas en los autoaprendizajes se tornan en iniciativas válidas, siempre y cuando sirvan como alternativas de trabajo que complementen las otras opciones de atención.
b) La pandemia nos demostró la importancia del encuentro cara a cara, que la presencialidad es insustituible y que todo acto educativo es un acto que tiene como origen el vínculo humano.
c) Perdimos mucho durante la pandemia, pero ganamos en cuanto entender que debemos estar preparados para contingencias de este tipo, al pensar en jerarquizar la importancia de preservar la vida en primer lugar y de valorar las distintas formas de formación basada en alternativas educativas.

A cuatro años de distancia, las palabras confinamiento, encierro, sana distancia, sanitización, etcétera, cobraron sentido de manera obligada debido a la emergencia sanitaria que inició en este mes, pero de hace cuatro años. Aun así, nos debemos el gran relato, la gran narrativa de una investigación que sirva para entender y reencauzar el rumbo, para conocer los niveles de vulnerabilidad a los que nos enfrentamos, pero también aun cuando las escuelas se habían quedado vacías, saber que las niñas, los niños y los jóvenes no estaban solos, había un despliegue de cuidados en casa y dicho despliegue ha permitido aprender de esta experiencia inédita.
En estos cuatro años, otra de las consecuencias, debido a la pandemia, son las secuelas socioemocionales, existe un sufrimiento particular debido a un contexto de pandemia y en ello, también se ha generado un despliegue para atender este tipo de riesgos y de padecimientos. Psicólogos que atienden secuelas socioemocionales debido a la pandemia aun siguen trabajando en intentar normalizar la vida de miles de personas.
Cuatro años han pasado, el tiempo es corto o es largo de acuerdo al lugar y a la experiencia de cada uno. La escuela, la educación, los docentes, las madres y los pardes de familia estamos obligados a aprender de esta experiencia inédita.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com

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