Aprender: una actitud

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Aprender. El verbo conjugado en modo imperativo con el cual nos mandan a la escuela nuestros padres. La acción por la cual dejamos atrás ignorancia y dependencia. Mandato para obtener grados, títulos y al fin “salir” y dejar atrás la educación formal. Aprender actitud a lo largo de la vida para disponer de la autonomía congruente con la naturaleza del ser humano, esa índole tan propia y pesada tantas veces, esas mismas veces que tan alegre y fascinante. Poco a poco se ha dado, se está dando una mayor prioridad social, cultural y mundial al aprender durante toda la vida. Aprender es eso que somos, eso que vamos siendo a lo largo del vivir. Pasa de mandato, a una acción y ha llegado, no sin dificultades y ataques, a una actitud con la cual nos relacionamos con el mundo y los demás humanos con quienes convivimos y compartimos alegrías, pesadumbres, malestares y bienestar. Aprender ya no es sólo un acto solitario sino un acto personal necesitado, para constituirse del todo, de una comunidad al menos capaz de oír aquello que nos descubre o nos comprende, y a lo más de compartirlo, festejarlo y aprovecharlo.
Aprender es ahora un constitutivo de nuestra sociedad, la neurona del cerebro de las sociedades, esa con la podemos relacionarnos y conectarnos con otros y otras, con los fenómenos, con las prácticas de grupos, comunidades y asociaciones. No se limita a una acción entre aprendiz y educador, sino es una actitud con un valor: “nada menos que la inspiración para una nueva idea de sociedad humana.” Esta inspiración surge como fruto de comprender la hondura de aprender el conocimiento y aprender nuestro ser interior, íntimo y personal, en su ser y en su actuar. Y ha llevado a considerar nuestro mundo externo, el social, el económico y político como una “sociedad del aprendizaje”. Esa sociedad capaz de construirse con la amalgama de la herencia cultural y los impulsos de las nociones que brotan de la comprensión del mundo y de la vida al “seguir aprendiendo” a lo largo de la vida. De esta nueva intelección del aprendizaje surge el considerar el aprender como motor de desarrollo, crecimiento e innovación permanente, y surge la importancia de examinar y comprender qué y cómo aprendemos las personas, para diseñar nuevos procesos de aprendizaje, si bien para las situaciones educativas, también y sobre todo para las situaciones de vida, en el trabajo, en la familia, en la comunidad, en la política, la economía y la cultura.
¿Cómo mejorará la economía si no comprendemos cómo funciona y cómo puede aportar lo necesario para resolver la problemática económica? Si aprendemos del dinamismo económico aprendemos cómo lo importante no es la competencia de una sociedad, empresa o individuo sino el conocimiento y capacidades de aprendizaje en una relación con sus competidores. ¿Cómo mejoramos la educación si no aprendemos que no es el control del grupo, o el comunicar los contenidos lo que suscita el aprendizaje, sino la participación de los aprendices en la construcción del proceso con sus aprendizajes previos y su actitud de colaboración con los pares? Es la clave. Una nueva actitud: del control a la cogestión de los aprendizajes de todos.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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