Año nuevo educativo

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Antes de todo va un saludo de año nuevo a todas las personas involucradas en la educación y formación de estudiantes. El fin del año marca el inicio del siguiente lo cual ayuda para pensar y reflexionar en la posibilidad de dejar atrás algunas prácticas propias del año que termina y de iniciar nuevas prácticas en el año que comienza.
Educar, educarse, nunca se acaba mientras haya vida. La vida en un mundo plural, policéntrico, convivencial, retador y demandante es un espacio de privilegio para revisar lo hecho, valorar el logro, encontrar lo no logrado y decidir lo nuevo por hacer. Si bien es cierto que cada día empieza y termina y puede ser motor de nuevos haceres, nuestra cultura nos ofrece un rato de varios días en los cuales, además del descanso y la celebración, se puede reflexionar sobre esa dualidad: qué dejar de hacer por inútil para lograr los objetivos de aprendizaje de los estudiantes y que proponerse hacer en sustitución de eso ya detectado como inútil.
Es una tarea para el profesor, y es una tarea para el directivo, el asesor, el ayudante, el técnico, los familiares y hasta para los intendentes. Todos educamos y a todos se nos dan logros y no logros. Esta tarea a veces acaba en pedirle cambios a alguien que no sea quien pide tal cambio. “La autoridad debiera ser…”, “los profesores tendrían que…”, “los padres–madres de familia deberían hacer de tal modo”, “La secretaría, el sindicato, la ley, los reglamentos… deberían…”. Es lo más fácil: pedirle al otro que cambie. Sin embargo, el verdadero reto es cambiar cada uno de los ocupados en la educación, sobre todo eso que ya sabemos está mal, y no lo movemos porque cuesta trabajo, asusta a veces, falta atreverse, “no estoy seguro lo voy a pensar”, “si lo cambio, me va a caer…”, etcétera.
Bueno, como dice el dicho “…va el burro por delante”. En las semanas recientes he caído en la cuenta de un dato muy sencillo y a la vez difícil de ver en mi tarea de profesor. La comparto no para poner el ejemplo, sino para recibir ayuda de los amables lectores de Educ@rnos. El dato es: las sesiones clase se han vuelto muy animadas y participadas, con frecuentes preguntas de los estudiantes cuyo tema rebasa con mucho el tema señalado por el programa para la sesión. Y, sobre todo, con muestras de interés genuino por parte de los estudiantes en aprender, es decir, por comunicar lo que ha encontrado en lecturas, en las redes o en la tarea y conversaciones con sus respectivos estudiantes y compañeros en la institución que trabajan. Y me doy cuenta de que no estoy seguro de cumplir el programa. Y al mismo tiempo caigo en la cuenta de que las discusiones, intercambios, preguntas al profesor, las referencias a la vida de trabajo en sus instituciones… “ocupan” el tiempo de la sesión y al preguntarles por su aprendizaje, pueden decir con gusto cuándo y qué les llamó la atención, le hizo pensar, les motivo a citar sus propios textos escritos para la clase; es decir, sí pueden dar cuenta de su aprendizaje y de cómo lo lograron. Y ahora sé qué falta por aprender, cómo proponerlo y estoy seguro de la participación de los estudiantes.
El 24 puede ser año educativo. Demos valor a lo que aprenden los alumnos en los hechos y partamos de ahí para seguir proponiendo lo que “deben” aprender. Al rato serán lo mismo.
Feliz venturoso y gozoso año 2024.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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