Adiós a las trampas
Miguel Bazdresch Parada*
“Adiós a las trampas” es el título de un libro publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2003, con cuatro autores: Germán Dehesa, Carlos Elizondo Mayer–Serra, Denise Dresser y Federico Reyes Heroles. Además, la obra expone algunos de los más de quince mil dibujos e ilustraciones elaborados por niños, niñas y adolescentes, los cuales fueron recibidos en el marco del concurso “Adiós a las trampas” convocado por el entonces Instituto Federal Electoral (IFE), el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) y la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo (SECODAM).
Las palabras de presentación evidencian la intención de la obra: “La construcción de una cultura cívica es tarea de todos. No hay gobierno corrupto sin sociedad corrupta, ni viceversa. Las trampas y los actos de corrupción se cometen al menos entre dos y se requiere de una sociedad indiferente que los tolere. Un México honesto y transparente también se construye entre todos y es la suma de ciudadanos íntegros”.
El libro no tiene desperdicio y es más actual ahora, pues la situación de corrupción del país es más grave. Fue y es un llamado a tomar acción, así sea la más sencilla, para detener violencia, corrupción, desapariciones forzadas y no, feminicidios y, sobre todo, una acción decidida y de largo plazo para lograr, paso a paso, lo que hoy contemplamos y nos parece inaceptable, y fue forjado en el curso de los últimos 30 años.
Dehesa se explaya (pp. 13 y 14) sobre este punto y nos pone una banderilla difícil de evitar: Revisé los dibujos uno por uno, dice: “En su enorme mayoría revelan una visión ominosa y grotesca del mundo adulto. De modo gráfico, la sensibilidad infantil reacciona cuando ve a sus padres, sus primeros educadores, faltando a la elemental ética de convivencia; cuando ve a sus maestros proceder de modo autoritario y atrabiliario; cuando contempla el discutible éxito de sus compañeros tramposos y cuando se asoma a la ciudad y mira las corrupciones de cada día. (…) en presencia de la corrupción, los niños encuentran ilegibles e incomprensibles su mundo interior, su ámbito familiar, su espacio escolar y el lugar que habitan”.
Diecisiete años han pasado desde la publicación y las trampas siguen ahí. Algunos de aquellos niños hoy jóvenes/adultos están en las calles, en ellas algunos ahí quedan y otros ahí los dejan. Desde 2003 los niños nos dicen qué país quisieran. No quieren trampas, quieren concordia. No quieren mentiras. Quieren esperanzas. No quieren violencia. Quieren construir con todos el país de todos. Es muy difícil y no hay otro camino. Si esperamos, será aún peor.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]