14

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

En febrero las mariposas vuelan en pareja. Los gorriones anidan sin prisa y los novios trastabillean sus intenciones. La mercadotecnia consiguió celebrar nuestros anhelos más recónditos: los de ser algo para alguien.
El Día del amor y la amistad admite chocolates que en inglés se llaman “beso” y corazones de todas las texturas. En algún punto se convino que ese ideograma represente nuestros sentimientos afectivos. Y que esos sentimientos se encuentren localizados en el corazón y no en el alma. Quizá porque el corazón es un órgano que existe y el alma es una suposición que se pretende.
Los enamorados apelan al día con la finalidad de tener pretexto para tocarse. Los solitarios o los rechazados (dos versiones de lo mismo), ese día se reconocen poetas (eufemismo para los huraños y los cursis). Reúnen palabras fogosas como mantras de un exorcismo. Su pasión es universal. Su abandono, la simple demostración de su existencia.
Para enviar mensajes asertivos, antes se regalaban discos. Hoy se comparten canciones por Spotify o videos de Youtube. En todas las letras hay al menos una metáfora que parte el alma (o el corazón o la espina dorsal).
El 14 es el recordatorio de que estamos solos y necesitamos de alguien que nos ancle al mundo. Alguien con quien hablar o caminar en silencio, de la mano. Sabina cantó que hay “más de cien palabras, más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas.” En realidad, basta una sola persona amada, quien prescinde de palabras y de motivos para justificarnos. Pero supone la donación completa de sí y su aceptación recíproca en la misma medida. Y eso no siempre (casi nunca) ocurre.
El sentimiento amoroso que se celebra el día 14, es un acto milagroso que compromete a dos a ser uno solo. Difícil cosa. Sólo es posible si ambos lo desean y lo asumen. Octavio Paz escribió que “amar es combatir”. Es ir contra la lógica y, probablemente, la naturaleza. En “Del amor y otros demonios”, García Márquez escribió que el amor es “un sentimiento contra natura que condena a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa”.
Puede ser. Y acaso, aún así, valga la pena.
Al menos el 14 hay alguien que piensa en nosotros con absorbencia metafísica.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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