“Yo no sé” y “me da igual”

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Esas dos expresiones suelen servir para deslindarse de los problemas ajenos y remitir a otros para su solución; pero a veces sirven para deslindarse también de las responsabilidades propias. Quien no se compromete con los problemas que le competen, ya sea en lo afectivo, lo profesional, lo familiar, el barrio, suele enarbolar lo que Homero Simpson declaraba con un “I don’t know and I don’t care” o, todavía peor, como muestra en una respuesta a Liza, su hija, cuando ella le dice: “pero papá, es que tú no entiendes”, él aclara: “sí entiendo, pero aun así, no me importa”.
A veces esas declaraciones parecen suficientes para quienes las utilizan, pero es claro que no eximen de responsabilidad a quienes deberían asumirla. Es un principio legal que la ignorancia de una norma no libera de su cumplimiento, mientras que el suponer que las consecuencias de determinadas acciones serán indiferentes para quienes las deben sufrir es un error mayúsculo. Ni a los estudiantes se les puede descargar de sus obligaciones sólo porque no se informaron acerca de lo que deberían cumplir durante el curso, ni a los docentes se les puede perdonar que se laven las manos ante los errores del curso que ellos administraron a lo largo de un periodo lectivo.
Hay docentes que dicen: “pues a ver cómo le haces para cumplir con las tareas, a mí me da igual”, cuando lo que podrían hacer es abrir el diálogo y asumir su parte de responsables en un proceso de aprendizaje que implica acompañamiento. Y también hay estudiantes que se escudan en que “no entendieron” el curso y lo informan hasta que éste se terminó, en vez de asumir, desde que las detectan, que hay dificultades en las que necesitarán ayuda de sus docentes para salir de ellas.
El proceso de enseñanza-aprendizaje requiere una constante vigilancia acerca de una responsabilidad compartida que requiere de constante diálogo. Por una parte, señalar lo que se considera no entendido, por la otra, informarse, lo mejor posible, de los huecos que los estudiantes pudieran tener en sus aprendizajes. En cada área de especialización a la que se dedique algún curso definitivamente habrá áreas de oportunidad por detectar y fortalecer, tanto de parte de los docentes, como de los estudiantes e. incluso, de los compañeros de clase y de los padres de familia.
Escudarse en pretextos como “yo no supe que mi hijo tenía dificultades en la escuela”, y darse por enterados hasta el final del ciclo escolar refleja que, como tutores, durante el periodo lectivo dejamos en manos de los docentes toda la vigilancia. Lo que no nos exime de la responsabilidad de seguir los procesos de aprendizaje de nuestros hijos. Que los estudiantes señalen, hasta después de los tiempos establecidos para determinadas tareas, que “no entienden” las instrucciones para productos específicos, o lo que pasa en un curso entero, no los exime de la responsabilidad de pedir ayuda a sus profesores, representantes y autoridades.
Quizá no hemos sido entrenados adecuadamente en la expresión social ni en el cumplimiento de nuestras partes de las tareas de aprendizaje y de enseñanza, pero eso no nos exime de hacer esfuerzos conscientes por informarnos, actualizarnos, dialogar, indagar, para que lo aprendido y lo aprovechado sea mayor que en un contexto en el que medio mundo se lave las manos respecto a los procesos que se suscitan en los ámbitos escolares. La responsabilidad suele ser compartida, aunque haya algunos encargados de las llaves del salón, del material, de las ideas principales, de las exposiciones, de las lecturas, de las explicaciones, según sus cargos y roles en las instituciones educativas y en las familias y grupos sociales…

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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