Y la descentralización ¿cuándo?
Miguel Bazdresch Parada*
Fuerte protesta ha suscitado la presentación del marco común curricular por parte de la Secretaría de Educación del gobierno federal. A queja más interesante está en ¿cómo van a implementar el cambio que proponen? Y aluden a la enorme cantidad de escuelas, alumnos y profesores que se verán requeridos para entender, comprender y aplicar esas nuevas disposiciones, las cuales, hay que decirlo, aun son genéricas y un tanto difusas.
Varias de las propuestas son de forma: la forma de dividir el tiempo del proceso educativo básico, antes años, ahora fases. Los nombres de los aprendizajes, antes nombre de ciencias o de artes, ahora frases alusivas a compromisos educativos, todos sin excepción ya considerados, en lo sustancial, en los planes vigentes. Y bueno, quizá lo novedoso sea la insistencia en la relación con la comunidad (así, de bulto) del proceso de aprender. Propuesta que sí requiere una mayor explicitación para establecer un marco de aprendizaje pertinente y en este caso una nueva relación de escuela, profesores, directores y autoridades educativas con las personas que componen las comunidades, así como las autoridades comunales. El tropiezo en esta relación casi se puede asegurar si no se procede con extremo cuidado, disposición a escuchar y a adaptarse a las condiciones de tales comunidades.
Aquí es clave la descentralización. Dicho de otro modo, se puede apostar doble contra sencillo, contra el éxito de la reforma sino pasa por un proceso fino, pertinente y dispuesto a la mayor apertura a la participación de los ciudadanos de cada comunidad con la cual se pretenda relacionar a la escuela y a los estudiantes. Y más, un proceso de formación, no capacitación o actualización, de los profesores, directores y supervisores, pues estructurar un proceso de aprendizaje de nivel básico, supone conocimientos, habilidades y actitudes actualmente ausentes del plan de formación de las escuelas Normales. No se trata de contenidos sino de un “modo de ser” profesor a partir de otros puntos de arranque del proceso de aprendizaje. Por ejemplo, la importancia de empezar el aprendizaje escuchando lo que ya conoce, sabe y domina la comunidad. Y, por consecuencia, aprender a partir de lo que la propia comunidad quiere aportar y aprender a su vez.
Sin descentralización, los responsables escolares se enfrentarán a un manual de aprendizaje con la comunidad, de 50 páginas, supongamos, con instrucciones genéricas tales como “Identifique usted las comunidades cercanas a su escuela” y suscitando preguntas del tipo ¿todas?, ¿las religiosas también?, ¿y las políticas? Cercanas es ¿medio kilómetro o uno? Y por el estilo. Fracaso antes de empezar. Aprender con la comunidad no admite generalidades, ni tampoco certezas del tipo: “Las comunidades los esperan con los brazos abiertos”. Pregunte usted por la intensidad de la espera en las zonas controladas por el crimen organizado. Por todo esto: Descentralización, primero.
Por otra parte, y más allá de las dificultades de una buena intención desnuda de bases sociales pertinentes, el propósito en seco “aprender junto con la o las comunidades” es algo más que un buen propósito. Es, para decirlo sin fijarse en fallas, la base sobre a cual este país puede recuperar la justicia social perdida en los últimos cien años, sin exageración.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]