Una noche estrellada

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

Hace unos días mi esposo, mi pequeño peludo y yo salimos a caminar como cada tarde, y vimos a un vecino montando un telescopio en su patio. Ni mi esposo ni yo pudimos ocultar nuestra sorpresa de ver semejante tamaño de aparato e imaginamos que con algo así, seguro era posible ver los anillos de Saturno. Sin duda, mi vecino vio nuestras bocas abiertas y amablemente nos invito a regresar más tarde a admirar la Luna. La invitación estuvo acompañada de una nota: en estos días es posible ver a la Luna, Marte y Saturno alineados, además de las estrellas Vega y Antares, ¿cómo podíamos decir que no a una invitación como ésa?
Después de su explicación que estuvo cargada de emoción, como cuando un niño habla de su juguete nuevo, nos dio la mano y dijo con una sonrisa: “me llamo Greg”.
Más tarde regresamos a casa de Greg, en su patio había tres telescopios, todos apuntando al cielo. Alrededor de ellos, unas cuantas personas, observando la danza de Greg acomodando sus juguetes, cada uno con diferentes objetivos, y mientras movió una palanca aquí, daba clic a los botones de control, había una explicación detallada de porque hacer esto o aquello, hacía donde mirar, cuando mirar y aprendimos que Antares se puede observar en los últimos días de mayo porque es cuando se encuentra en oposición al Sol, que es posible verla en el ocaso y se oculta al amanecer.
Nos dijo que Vega es la principal estrella de la constelación de Lira, y que es la quinta estrella más brillante del cielo nocturno que se encuentra a solo 25 años luz, y que se le reconoce como la estrella más importante en el cielo después del Sol.
Cuando todo estuvo listo, nos formamos y esperamos turno. Podíamos mirar todo cuanto quisiéramos, Greg estaba ahí para ajustar la altura o para enfocar mejor el objeto de nuestra predilección. Los planetas se mueven muy rápido, así que había que reajustar el objetivo en dos de los telescopios, el más grande a diferencia, lo hacía en automático, permitiendo que nuestros ojos se deleitaran con mayor facilidad.
La Luna estaba tan brillante, ¡que nos cegó a todos!, Greg nos decía: “es solo por un momento, sus ojos se acostumbran pronto, y seguir el consejo nos permitió ver los valles, los cráteres, las luces y las sombras de la Luna, como nunca antes la había visto. Mi cámara fotográfica es tan buena que he tomado fotos de la Luna, pero este telescopio nos permitía ver su ropa interior.
Saturno era tan claro, que nos fue posible distinguir dos o tres de sus lunas y sus anillos aprendimos que las lunas visibles eran probablemente Titán, Mimas o Febe pues son los más grandes de sus satélites, pero se cuentan hasta 38 lunas en este planeta.
Finalmente, nos deleitamos con Marte, el planeta rojo, cuyo color se ve a simple vista en algunas épocas durante el año. Es el cuarto planeta del sistema solar y el último de los planetas rocosos, que son aquellos compuestos de rocas de silicio o metales en el sistema solar. De hecho se sabe que la montaña más alta en el sistema solar se encuentra en Marte, conocido como el Olympus Mons que es un volcán de 21 kilómetros de alto y 600 de longitud.
Mi esposo y yo siempre hemos mirado las estrellas. Una noche en el estado de Maine, él me despertó a media noche, me dijo: “tienes que ver esto”. La frase sonó extraña viniendo de alguien que sabe que sin mis lentes de contacto no veo más allá de mi nariz, pero sabía lo que decía sin duda, pues estábamos alejados de las grandes ciudades, en medio de la nada y cuando salimos, me senté a admirar las estrellas, que eran tantas y tan brillantes que las podía ver.
Cuando nos preguntamos cuando surgió nuestra fascinación por el cielo, nuestras respuestas tienen sentido: cuando niña por parte de la escuela nos llevaron al Planetario Luis Enrique Erro del Instituto Politécnico Nacional en la Ciudad de México, y cuando niño, mi esposo pudo ver Saturno una noche que en su escuela montaron telescopios e invitaron a los niños y sus familias a disfrutar de las estrellas. Ese tipo de actividades marcan de por vida, y sin embargo se han olvidado, a pesar de que los niños deben conocer el sistema solar.
La experiencia de ver algo con nuestros propios ojos, en lugar de una fotografía es indescriptible, pero más allá de ello, nos contagiamos de la pasión por mirar al cielo y maravillarnos a la distancia que cada estrella se encuentra y es posible aprenderlo en un par de horas, con alguien que nos dice datos en un espacio estéril o porque así lo dice un programa, sino en una noche casual que sin duda nos acompañará por el resto de nuestras vidas. De ahí la importancia de que los científicos visiten las escuelas, porque sin duda contagian de una pasión que no se incluye en los libros de texto.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

Comentarios
  • manolo

    la experiencia marca por el sabor emocional, la imaginación que requiere representarse tamaño, distancia y la inteligencia comparativa entre nuestra imagen previa del sistema y su evidencia en el presente…mucho de esto habrá que hacerlo a cada vez en la escuela, la casa y la oficina

    • Alma Dzib-Goodin

      !Gracias Manolo!, creo que debemos hacer más significativo el aprendizaje, para que se convierta en algo extraordinario y no solo un recuerdo útil para el examen:)
      !!Gracias por leernos!!

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