Un cuento de Navidad
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
El timbre de salida suena por última vez, los niños y las niñas de la escuela primaria rural ubicada en zona serrana salen presurosos, es el último día mañana, ya no regresan a la escuela, todo será jugar y divertirse.
Cada niño y niña va cargando su historia propia, saben muy bien lo poco que tienen y lo mucho que les hace falta. Hace apenas cuatro días entró el invierno en esta zona del planeta y lo saben porque sienten el frio en la piel. En este lugar no se estila cartita de petición a Santa o al Niñito Dios, –“eso es cosa de ricos”– dice Joaquín, un niño moreno como la tierra y flaco como una milpa de maíz regada con poca agua.
Aquí no pedimos nada, sólo esperamos, a eso nos enseñaron desde muy chicos a saber esperar, –mi papá se fue al norte hace cuatro meses y prometió venir en Navidad, pero yo no creo que regrese, siempre dice lo mismo y tarda muchos años en volver. Mi mamá se pone seria y triste, ella también espera pero ya no juguetes, sólo espera en silencio y eso nos enseñó, a saber esperar–.
Aquí no pedimos regalos caros y menos aparatos con videojuegos (ya que no tenemos electricidad), sólo pedimos una pelota, un balón de futbol y ropa para abrigarse.
Las niñas no quieren hablar, sólo miran a su maestra cuando les pregunta qué es lo que le van a pedir al Niñito Dios, ellas no piden pero saben jugar entre niñas, pertenecen al quinto grado de la primaria, es la única escuela del lugar, con poca población escolar, sólo son 7 niños y 5 niños, 12 en total, y las niñas juegan aun sin juguetes.
Hace unas semanas se enteraron de que muchos migrantes caminaban con rumbo al país del norte, sus papás también han sido migrantes pero de otra manera, ellos no caminan, se van al Norte y buscan a alguien que los pase al otro lado.
José Lorenzo es de los niños más pequeños, él se imagina cómo es el otro lado y le gustaría ir con su papá para allá, se imagina que hay muchos juguetes en todas las calles y que los niños juegan a hacer muñecos de nieve y a hacer guerritas.
La escuela es divertida, pero es más divertido jugar con los amigos afuera, salir a la plaza por la noche y jugar a todo lo que se nos ocurra, la Navidad no es diferente a lo que vivimos todos los días.
Esta es la Navidad y estos son los regalos, qué esperan y no esperan los niños rurales, los niños serranos, los niños que viven lejos de los grandes ciudadanos.
Mi deseo para todos y todas, es que esta Navidad sea para cada quien lo que cada uno y una necesite, ¡feliz Navidad!
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]